EMPECÉ a tener ataques de depresión cuando era adolescente. Los mismos continuaron por más de veinte años, durante los cuales no lograba sentir el amor de Dios.
Una noche, hace unos siete años, toqué fondo. Estaba convencida de que mi esposo y mis hijos, a quienes amaba mucho, estarían mejor sin mí, siempre deprimida, sin alegría e infeliz. Por lo que decidí suicidarme tomando una sobredosis de pastillas para dormir. Una hora y media después, me di cuenta de la estupidez que había cometido y de la gravedad de la situación. Entonces le dije a mi esposo lo que había hecho. Él no se asustó, pero insistió en que tratara de vomitar las pastillas, pero era demasiado tarde. Mi esposo me suplicó que llamara a un practicista de la Christian Science para que orara por mí, pero me negué. Entonces me dijo: “Muy bien, entonces voy a llamar a un practicista para que ore por mí”.
Minutos después me preguntó si quería hablar con uno de mis mejores amigos, y estuve de acuerdo, pero sólo para despedirme. Este amigo, un hombre muy sabio y afectuoso, me dijo: “Te necesitamos”. Sus palabras fueron una poderosa afirmación de que yo valía mucho, y me llegaron de inmediato. Él es practicista de la Christian Science y empezó a orar por mí y continuó haciéndolo toda la noche. Yo sentí el poder de esas oraciones, y recuperé el deseo de vivir. En menos de 24 horas no mostraba efecto alguno de la sobredosis que había tomado.
En las semanas que siguieron, hice un profundo examen de conciencia, y me mantuve en contacto con el amigo que había orado por mí esa noche.
Durante ese tiempo pensé mucho en la descripción de Dios de la pág. 587 de Ciencia y Salud. La misma menciona siete sinónimos para Dios, uno de los cuales es Vida. Ese significó mucho para mí. Yo había estado convencida de que la solución a mis problemas era expresar menos vida, o sea, morir. Pero comencé a ver que la solución a cualquier problema nunca es expresar menos Vida, sino expresar más Vida. Y a medida que pensaba en los otros seis sinónimos, me di cuenta de que la solución a cualquier problema es expresar más de cada uno de ellos, de expresar más Amor, Verdad, Mente, Alma, Espíritu, Principio, así como Vida.
En las semanas siguientes decidí volver a mi vida normal y continuar orando. Finalmente, mis oraciones eliminaron la depresión de manera permanente.
Durante esa época de curación, aprendí la importancia de seguir la admonición de Jesús a sus discípulos: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Comprendí que para vivir plenamente tenía que permitir que “mi luz alumbrara” expresando Amor sin reservas ni temor. Esto me llevó a hacer algunos cambios en mis relaciones.
Hace más de siete años que no tengo ni la más pequeña sombra de depresión, y siento que la vida es una aventura maravillosa.
Estoy muy agradecida a mi esposo, al practicista a quien llamó para que lo ayudara y al amigo que oró por mí, porque no se dieron por vencidos. Y aunque mis hijos son muy pequeños y no saben nada de mis luchas, sin saberlo me brindaron un apoyo tremendo. Es por ellos que no quise incluir mi nombre en este testimonio. Es probable que cuando crezcan les cuente las profundas lecciones espirituales que aprendí con esta experiencia.
Hoy nadie diría que sufro de depresión. Amo la Vida y mi vida, y espero que esta curación aliente a cualquiera que esté luchando con la depresión. Para mí, es prueba de que no hay nada que no se pueda curar, incluso si se trata de un problema de más de 20 años.