ES demasiado tarde para que ocurra el contagio. La inmunidad ha sido, y ya es, una realidad eterna y omnipotente de Dios y de toda Su creación.
El que podamos contarnos unos a otros lo que está sucediendo en el panorama mundial, es una bendición a medias. Por un lado nos alegramos con las noticias de progreso, de familias restablecidas y disputas resueltas. Pero si bien es correcto advertir de algún peligro, muy a menudo la comunicación viene con una dosis de temor que tiende a esparcir el contagio. El temor tiene la capacidad de atravesar los límites geográficos mucho más allá de los riesgos previstos. Por lo tanto, la resistencia al temor es el punto de partida para contraatacar el peligro antes de que aparezca.
Podemos preguntarnos: ¿qué relación tiene la disminución del temor con la eliminación de la enfermedad contagiosa?
El temor es fundamentalmente mental, y el poder mental espiritual es un medio firme para aliviar el miedo y protegernos del peligro que éste puede traer a nuestra vida. Considere estas palabras de Mary Baker Eddy, quien descubrió, por medio de la Biblia, el poder del Consolador prometido para sanar la enfermedad y prevenir el contagio nocivo: “Si tan sólo la gente creyera que el bien es más contagioso que el mal, puesto que Dios es omnipresencia, cuánto más seguro sería el éxito del médico, y la conversión de pecadores por el clérigo. Y si tan sólo el púlpito alentara la fe en Dios en este sentido, y la fe en la Mente por sobre toda otra influencia que gobierna la receptividad del cuerpo, la teología enseñaría al hombre como enseñó David: ‘Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada’.
“La certeza de la humanidad en las enfermedades contagiosas disminuiría así cada vez más; y en la misma proporción la fe en el poder de Dios para sanar y salvar a la humanidad aumentaría, hasta que todo el género humano llegara a ser más sano, más santo, más feliz, y de larga vida. Un estado de ánimo pacífico y cristiano es un mejor preventivo contra el contagio que un medicamento o cualquier otro posible método curativo; y el ‘perfecto Amor’ que ‘echa fuera el temor’ es una defensa segura”.Escritos Misceláneos, pág. 229.
El poder espiritual que Dios otorga al hombre es superior al temor al contagio y a un virus que lo provoque. Ambos son mentales y el sistema del poder mental que Mary Baker Eddy expuso está disponible y se puede practicar para cuidar de nosotros cuando enfrentamos el miedo y el miedo y el peligro. Es necesario ceder a la verdad de Dios y Su creación. No existe una zona de peligro entre Dios, la Vida, y Su expresión, la creación de Dios. En la perfección de esta bendita relación, Dios no conoce la enfermedad y hace que el temor, que es su mensajero, se detenga. En el método de curación de la Christian Science se aprende que Dios es todopoderoso y está siempre presente. Por lo tanto, todo lo que no se ajusta a esta totalidad del bien es desviado hacia una irrealidad que no tiene poder alguno y es por ende inofensiva.
El hecho de que el hombre es la expresión de Dios, me ayudó de manera muy sencilla y me protegió durante mi viaje al sur de Asia. Esa región del mundo era nueva para mí y otros viajeros me habían advertido que tendría que estar alerta a todo lo que ocurriera. Les pedí a las autoridades sanitarias que me dijeran cuáles vacunas se recomendaban y cuáles se requerían. No se requería ninguna pero la lista de las “recomendadas” era impresionante.
Como yo era estudiante de la práctica sanadora de la Christian Science, busqué mi inmunidad en esas enseñanzas. Descubrí un nuevo significado en la declaración de que el hombre es la expresión de Dios. El uso de la palabra hombre aquí, está en su significado genérico e incluye al varón y a la hembra de la creación divina. Pero ser la expresión de Dios, me exime de sentirme impresionado por todo lo que veo, oigo, saboreo, huelo o siento que sea desconocido para mí o para mis costumbres occidentales. Me di cuenta de que ser una expresión consciente del Amor, significaba estar en un lugar seguro. Para mi gran alegría, este concepto de la inmunidad que nos brinda el hecho de ser la expresión de Dios, no sólo me salvó de supuestas “diferencias” peligrosas, sino que me ayudó a apreciar de un modo más profundo y sagrado todo lo que viví en ese viaje tan importante.
Comparto con el lector esta idea de que es “demasiado tarde” para que ocurra el contagio, en expresión de gratitud por la ayuda que he recibido al enfrentar muchas arduas batallas contra tenaces creencias y temores. He encontrado que ceder y someterme a un poder más elevado, o sea, ante Dios, el Amor y la Vida, es fuente continua de salud y progreso. Es algo así como ceder al amanecer y aceptar la luz que viene con él. De manera que, cuando experimentemos dudas o retrocesos en nuestra experiencia humana, existe Dios; existe la rectificación, la seguridad, la inmunidad, y la confianza espiritual para aceptar la verdad de que somos ante todo y para siempre la expresión de Dios.
