ES demasiado tarde para que ocurra el contagio. La inmunidad ha sido, y ya es, una realidad eterna y omnipotente de Dios y de toda Su creación.
El que podamos contarnos unos a otros lo que está sucediendo en el panorama mundial, es una bendición a medias. Por un lado nos alegramos con las noticias de progreso, de familias restablecidas y disputas resueltas. Pero si bien es correcto advertir de algún peligro, muy a menudo la comunicación viene con una dosis de temor que tiende a esparcir el contagio. El temor tiene la capacidad de atravesar los límites geográficos mucho más allá de los riesgos previstos. Por lo tanto, la resistencia al temor es el punto de partida para contraatacar el peligro antes de que aparezca.
Podemos preguntarnos: ¿qué relación tiene la disminución del temor con la eliminación de la enfermedad contagiosa?
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