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Una libertad que proviene de Dios

Del número de agosto de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante una reunión de trabajo, al hacer un movimiento con uno de mis hombros, sentí un dolor muy profundo. No le presté mucha atención en ese momento pero esperaba que no fuera nada grave porque ese día era jueves y el sábado por la noche tenía que bailar en un espectáculo. Años atrás había sufrido una herida en el mismo hombro y estuve dos días sin poder levantar el brazo, lo que me imposibilitaba vestirme y manejar. Como en Francia existe una ley que dice que, después de unos días de ausencia por enfermedad, es obligatorio el certificado de un médico para justificarla, en aquella ocasión tuve que consultar con un profesional quien me dijo que esa herida no me iba a permitir bailar por lo menos por dos meses y que debía tener 15 días de reposo. En esa época yo estaba bailando mucho, y temía que esta vez ocurriera los mismo que en el pasado.

Soy bailarina de flamenco y baile clásico español. Estos son bailes en los que se necesita un considerable movimiento de los brazos. Recuerdo que la primera vez que me lastimé no pude tocar las castañuelas por 15 días. Entonces, cuando experimenté el dolor por segunda vez, tuve mucho miedo porque pensé en el espectáculo del sábado siguiente.

Al otro día, el viernes, me desperté con dolor y vi que no podía levantar el brazo. Entré en pánico. Lo que más me preocupaba era que algunos amigos míos tenían que venir en avión desde otra ciudad para verme actuar. Fue entonces cuando decidí llamar a una practicista de la Christian Science para recibir ayuda espiritual por medio de la oración. Durante nuestra conversación me dijo que yo había nacido libre y que esa libertad provenía de Dios, no del cuerpo. También me expresó que bailar es algo bellísimo y bueno. Empecé a sentir un amor muy grande y cómo el peso de la auto condenación me abandonaba, aunque hasta entonces había estado creyendo que estaba condenada a no poder bailar ese sábado. La practicista me recomendó que leyera el siguiente pasaje en Ciencia y Salud: “La Mente, gozosa en fortaleza, mora en el reino de la Mente. Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad ascienden las alturas de la santidad".Ciencia y Salud, pág. 514.

Estas palabras me llamaron mucho la atención porque lo que en el libro se traduce al español como “se recrean”, en el escrito original en inglés dice “disport themselves”. Así que fui a buscar esa expresión en el diccionario porque quería entender más su significado. Encontré una definición muy interesante; decía que “recrearse” es gozar con energía, y junto a la definición había una ilustración de niños corriendo en la playa.

Ésa era entonces la definición de “recrearse”. Para bailar son necesarios movimientos enérgicos y una libertad muy grande. En ese momento sentí una enorme expectativa del bien y supe que ese espectáculo tenía como propósito darle alegría a la gente, ya que ellos venían a entretenerse y a dejar los problemas cotidianos a un lado. Ese gozo que brinda la danza era una cosa buena, pura, y me sentí gozosa y libre, pero con el gozo de los niños, que no tienen condenación y se recrean con inocencia.

El viernes no fui a trabajar para meditar en estas ideas con tranquilidad. Todavía no podía levantar el brazo. Cuando desperté, el sábado por la mañana, pude vestirme y, aunque aún no sentía completa libertad en el brazo, logré ir a ensayar al teatro. No pude realizar los movimientos necesarios con total normalidad pero ninguna persona se dio cuenta de que tenía un problema. Mientras estaba ensayando, tuve la sensación de que todo iba a salir muy bien y no sentí ninguna preocupación.

Cuando llegó el momento de bailar, mis invitados ya estaban allí y después de que terminó el espectáculo, fuimos todos a bailar a la sala de fiestas con discoteca. La amiga que estaba conmigo, me comentó sobre un problema físico que ella tenía, fue en ese momento cuando recordé que yo también había tenido algo, pero durante el espectáculo había desaparecido por completo. Al día siguiente, fui todo el día a recorrer París con mis amigos, cosa que requería de mucha energía y soltura de movimiento. Yo me sentí muy agradecida por la libertad que por los medios espirituales había logrado obtener rápidamente.

Casi no me di cuenta cuándo comencé a sentirme bien o cuándo desapareció el dolor. No hubo un esfuerzo de mi parte, simplemente se desvaneció. Fue maravilloso recuperar la libertad espiritual que en realidad nunca había perdido y que viene de Dios.

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