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“No temeré mal alguno”

Del número de agosto de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pocas cosas son tan naturales como encender la radio o la televisión para escuchar las últimas noticias. ¿Qué pasó en la ciudad o en el mundo? ¿Quién ganó el partido? ¿Cómo va a estar el tiempo hoy?

Pero para muchos, las cosas han cambiado. No encienden la radio para averiguar lo que ocurre, sino para saber si está todo bien. Tienen una persistente sensación de inquietud y temor que nunca antes habían sentido. Y en otras partes del mundo, la gente dice: “Usted sabe lo que hemos tenido que enfrentar por años”.

Este temor tan desgastante indica la necesidad espiritual de encontrar una base para sentirse seguro más sólida que la de comprar equipos de supervivencia, tener más policías en los aeropuertos, o instalar máquinas y perros para detectar sustancias químicas y bombas, por más importantes que éstos sean. Las preguntas prácticas que habría que plantearse son: ¿Cómo puedo estar más seguro? ¿Cómo puedo mantener segura a mi familia?

He descubierto que la vida más segura es aquella que se centra en Dios, aquella que no sólo reconoce Su presencia, sino que amplía este poder y presencia en mi conciencia. Una vida que se apoya sobre un fundamento sólido, en lo que Jesús llamaba el primer gran mandamiento: “El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Marcos 12:29, 30.

Esto se podría expresar en otras palabras como: “Amarás, honrarás, reconocerás, pondrás en primer lugar, o darás primacía a Dios en todos tus pensamientos”. De manera que si me siento ansioso, me pregunto ¿Qué tiene más importancia en mi pensamiento, el temor o el poder y la presencia de Dios? ¿Acaso vivo día a día como si Dios estuviera ausente, o por el contrario, muy presente en mi vida?

Pienso que cualquiera puede sentirse seguro al estar convencido de lo que la Biblia llama “Dios con nosotros”, y luego actuar y vivir sintiendo que eso es verdad. Cuanto más conscientes estemos de que “Dios está con nosotros”, tanto más certeza tendremos, pues estamos bajo la jurisdicción de Dios, y no del mal irracional. Como se puede ver en este versículo, el escritor del Salmo 23 claramente comprendió esto: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Salmo 23:4. En lugar de tener temor, este escritor se aferró a la certeza de la presencia de Dios — del gobierno y el control de Dios —, o sea, a la acción del Amor mismo en operación en nuestra vida.

A menudo inconscientemente le damos poder a otros dioses: el terrorismo, el contagio, el veneno, el odio, el fanatismo. Poner nuestra vida, seguridad y salud en manos de los tal llamados poderes, es vivir con temor. Pero el Salmista, cuyos días no estaban más libres de peligro que los nuestros, debe de haber sabido que Dios era el bien omnipotente, una presencia salvadora en la que podía confiar. Y si Dios tenía el control en la época del Salmista, tiene el control hoy en día también.

Mary Baker Eddy destacó este punto importante: “Recuerda, no te pueden llevar a ninguna situación, por más grave que sea, en la que el Amor no haya estado antes que tú y en la que su tierna lección no te esté esperando. Por lo tanto, no desesperes ni murmures, porque aquello que procura salvar, sanar y librar, te guiará, si buscas esta guía”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 149.

La Biblia y Ciencia y Salud insisten en que no hay muchos dioses, poderes ni causas, sino uno solo. Un Dios. Un Principio invariable y absoluto que crea y gobierna a todos y todas las cosas. Un Legislador. Uno solo que hace cumplir la ley. Como escribe Mary Baker Eddy: “La verdadera jurisdicción del mundo está en la Mente, que gobierna todo efecto y reconoce que toda causalidad está establecida en la Mente divina”.Ciencia y Salud, pág. 379. Ella emplea la palabra Mente para referirse a este único Dios absoluto. Estas ideas con el tiempo requieren que uno enfrente sus propios temores. Esto puede hacer que la gente se pregunte con firmeza, ¿Acaso un terrorista tiene más poder sobre mí que Dios? ¿Acaso un agente biológico o un veneno tiene más poder sobre mí o sobre mi comunidad que Dios?

Uno de los nombres bíblicos de Dios es Todopoderoso. Todo fuerza, todo poder. La oración es un momento para reconocer la omnipotencia de Dios; reflexionar sobre el poder infinito de Dios, declarar que Dios tiene total jurisdicción sobre todo átomo y molécula de la creación. Uno puede comenzar reconociendo que en este lugar, en este mismo momento, Dios tiene el control. Este tipo de oración abre la puerta para que la persona tenga vislumbres más profundas del poderío absoluto de Dios, y la libere del temor.

Puede que la gente diga: “Sí, claro, lo que usted dice es maravilloso, pero el mundo es un lugar muy peligroso”. Éste es un desafío que no se puede contestar tan sólo con el razonamiento humano. La razón es importante, pero es la inspiración del Cristo, o la Verdad, la idea divina que le viene a la gente lo que les da la confianza y la certeza radical que necesitan. El afirmar simplemente una verdad no es suficiente; uno necesita la seguridad que el Amor divino mismo proporciona.

Esta certeza ha llegado al mundo de manera más notable a través de Jesús. Los Evangelios cuentan que él comenzó con este mensaje: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Marcos 1:15. Estas palabras sugieren que el reino de Dios está establecido, que Dios gobierna la vida y manda en la tierra ahora; que las bendiciones, paz y seguridad del gobierno de Dios están aquí para que las experimentemos. Aceptar este pensamiento es liberarse de sentimientos de alienación o separación del amor poderoso de Dios. No obstante, estas inspiradoras palabras también incluyen una instrucción que es todo un desafío: Arrepentirse. Nos dice: Cambia la manera en la que has estado pensando sobre la vida. Cambia la manera en que vives. Ponla de acuerdo con este mensaje. Cree en las buenas nuevas de que Dios está contigo y con todos.

Este mensaje que proclama el “Dios con nosotros” fue demostrado claramente en la vida de Jesús. Él no sólo predicaba las buenas nuevas, sino que las vivía. El relato de su vida continúa demostrando a la gente cómo adoptar su evangelio, vivir de acuerdo con él, y obtener la paz y la serenidad que vienen con el mismo. A través del Evangelio todos pueden tomar conciencia del amor poderoso de Dios y liberarse de la enfermedad y el peligro que trae aparejados.

Los Evangelios muestran que el camino para Jesús no fue fácil. A pesar de su mensaje de amor y la evidencia del poder del Amor que él manifestaba día a día, lo amenazaron, lo desafiaron, lo atacaron y lo crucificaron. No obstante, la resurrección demostró que todo ese odio era impotente. Su gran triunfo sobre el odio y la muerte es lo que da inspiración y anima al cristianismo. Él realmente caminó por “el valle de sombra de muerte”, y dio evidencia insuperable del poder que se manifiesta cuando uno reconoce plenamente que Dios está presente y activo en su vida.

Los Apóstoles Pedro, Juan y Pablo aprendieron del ejemplo de Jesús y fueron liberados del peligro muchas veces. Su experiencia asegura a la gente que todos pueden estar conscientes de esta guía que proviene de Dios, y brinda certeza y seguridad. ¿Es fácil encontrar esa guía? No siempre. Para mantenerse firme en las ideas que recibimos de Dios es necesario asumir un compromiso espiritual y mental, y hacer un esfuerzo constante y persistente. Si uno tuviera que resolver esto tan sólo con sus propios poderes mentales, sería muy desalentador. Pero todos, cualquiera sea su religión o experiencia, tienen un gran acompañante y ayudante.

El gran amor de Cristo, el amor manifestado en la vida y en la resurrección de Jesús, está allí para todos. El mismo guía, apoya, inspira y dirige nuestros pasos. El amor de Cristo libera a cada uno del temor y da la evidencia constante de que Dios está presente, que el bien tiene el control. Es probable que este mensaje no se transmita por la radio ni la televisión, sin embargo, el Cristo está constantemente transmitiendo este mensaje al corazón de las personas. Deténgase un momento y escúchelo. Ese mensaje del poder del Amor está allí para usted también.

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