Millones de personas luchan con la depresión. De hecho, más de 40 millones de nuevas prescripciones de antidepresivos se escribieron en el año 2000. IMS Health, “By the millions”, USA today, 8 de julio de 2002. Ya sea que se deba al estrés de las fiestas navideñas, al dolor, la pérdida, la culpa, la desesperanza, el ciclo menstrual, el parto, u otros factores, la depresión se ha vuelto tan común que se la llama “el resfrío de la enfermedad mental”. Center for Disease Control, Clemson Extension, “9 Symptoms of Depression”, www.focusondepression.com.
Igualmente frecuente es el hábito de medicar sus síntomas. Pero, como advierte un médico: “Los medicamentos tardan un mes en aliviar la depresión, tiempo durante el cual una persona puede experimentar molestos efectos secundarios por los medicamentos, sin recibir el alivio esperado”. Carolyn Janet Crandall, “Women and Depression”.
Los psicólogos que estudian los efectos de las drogas para la depresión, encontraron que los pacientes mejoran más pronto con píldoras no medicadas, llamadas placebos. “La Administración de Alimentación y Medicamentos (FDA) debería haberle informado esto al público estadounidense. Se ha asignado a los medicamentos mucha más eficacia de la que realmente tienen”, dijo Irving Kirsch, un psicólogo de la Universidad de Connecticut. Marilyn Elias, USA Today, 8 de julio de 2002.
Cuando se tiene depresión, puede parecer imposible superarla o levantarse por encima de las tumultuosas olas que a uno lo ahogan. No es de sorprender que la gente recurra a una píldora que promete alivio. Pero, ¿es acaso el medicamento la única respuesta? En mi propia vida y en mis contactos con otras personas, he descubierto que el recurrir a Dios es la ayuda más completa y confiable que uno pueda querer para tratar la depresión, y para todas las cosas, realmente. Algunas personas puede que sientan que Dios está callado y no los ha ayudado, pero esa forma de pensar es tan sólo un síntoma del que sufre de depresión. Dios nunca está callado. Él/Ella es el que nos rescata, un poder divino que eleva a todo aquel que está luchando por salir de ese mar turbulento y lo pone a salvo en tierra firme.
Esta presencia divina está más cerca de cada uno que el mismo aire que respira, y siempre nos abraza con su amor, su salvación e inspiración. Si bien no se pueden ver, sus efectos son muy tangibles. Es la presencia del Amor que susurra palabras de esperanza. La presencia de la Verdad que ilumina la senda que lleva a superar la oscuridad. La presencia de la Vida, que anima a todos y nos da la fortaleza para ser perseverantes. La Vida, la Verdad y el Amor divinos rodean a las personas, y llenarán tu corazón y te hablarán específicamente a ti. Ésta es la presencia de Dios.
Nadie hace que Dios esté presente. Él simplemente está presente. Quizás sea por esa razón que se reveló a Sí Mismo a Moisés como el gran Yo Soy. Véase Éxodo 3:1-15. Dios existe, y Su acción en la vida de cada persona es una ley del bien que no va a ser denegada. De la misma manera que Dios guió a más de medio millón de personas fuera de Egipto y de la esclavitud en los días del Antiguo Testamento, puede guiar a alguien fuera de la esclavitud física y mental. Ésta es la gracia de Dios. Es la influencia divina que está siempre presente, trayendo salvación, curación y claridad al pensamiento.
Dios está dondequiera que uno esté.
Dios llega a la humanidad. Dondequiera que se encuentre una persona, cualquiera sea su estado de mente o cuerpo, la Vida, la Verdad y el Amor lo abraza y le hace sentir la influencia divina. Como canta el Salmista: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. Salmo 139:7-10.
Dios abraza a Su creación y conforta como una Madre consuela a Sus hijos. Pero este consuelo no es intelectual, sino que se siente. Cualquiera sea la forma en que esta chispa de Verdad, Vida y Amor se sienta, lo divino alcanza a lo humano de manera tangible. Éste es el Verbo hecho carne, y es la venida del Cristo en la vida de cada persona. Véase Juan 1:1, 14.
El Cristo sana la depresión. El Cristo es la idea espiritual de Dios que brilla a través de la oscuridad mental y guía, al que sufre o tiene una necesidad, a un estado de salud mental. El Cristo es el poder de Dios que transmite activamente el amor del Creador a cada individuo. El poder del Cristo está luchando a tu favor en contra de la oscuridad mental, resucitando la confianza en tí mismo y el deseo de vivir.
Después de su triunfante resurrección, Jesús dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra... y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:18, 20. Para mí esto significa que el Cristo tiene poder sobre la tierra para sanar la depresión y el temor. Y el Cristo quedará con cada uno de nosotros hasta que estos males sean destruidos de manera permanente.
Una amiga mía tuvo que luchar contra la depresión durante más de un año. Me comentó: “Todo comenzó con un sentimiento de culpabilidad. ¿Habré criado bien a mis hijos? Los dos tomaban drogas. Me sentía muy culpable de no haberlos criado de manera diferente”.
Ella continuó pensando una y otra vez en los porqués y qué habría ocurrido si hubiera hecho las cosas de otra manera. Estuvo inmersa en muchos pensamientos negativos, hasta que sintió que su única vía de escape era el suicidio. Fue entonces que la idea de la presencia y la realidad de Dios vino de pronto a su pensamiento. Entonces ella simplemente oró diciendo: “Dios ayúdame”. Y según me dijo: “Dios comenzó a guiarme”.
Llamó a un practicista de la Christian Science para que orara por ella. Y oró para comprender más a Dios. Qué es Él y qué hace. Percibió algo sobre Su poder y Su bondad. Como me dijo después: “Se trata de cambiar el pensamiento hacia lo espiritual y olvidarse del ‘yo’ personal”. Era el Cristo que le revelaba su ser espiritual y más elevado. La depresión desapareció de manera permanente en tres días.
¿Y qué ocurrió con sus hijos, te preguntarás? Ella me contó: “Desde entonces, a través de la oración, mis dos hijos varones se liberaron totalmente de sus ataduras. Uno de ellos era adicto a las drogas y había sido alcohólico durante 30 años. Simplemente han cambiado por completo. Le doy gracias a Dios todos los días”.
Esta señora sintió la presencia y el poder sanador de Dios, y fue sanada. ¿Pero qué ocurre con las personas que no piensan que Dios ha respondido a sus oraciones? ¿Qué ocurre cuando la oración no respondida es lo que contribuye a la depresión? ¿Puede acaso Dios ayudar a alguien que cree que Él lo ha abandonado?
Éste fue el caso de una mujer que escribe en el Discipleship Journal. Brenda Ponsett, “Why Am I So Depressed”, Discipleship Journal Ene/Feb/01. Ella y su esposo oraban para tomar decisiones. Pero después de una serie de hechos, entre ellos la pérdida de sus trabajos y cambios de carreras que no fueron productivos, ella escribió: “Cuestioné los propósitos que tenía Dios para nuestra familia... Muy pronto ni siquiera quería levantarme de la cama por la mañana. No tenía voluntad alguna para enfrentar el día”. Ella sentía que Dios la había abandonado.
Pero con el tiempo pudo superar la depresión al reflexionar sobre las experiencias que tuvieron los personajes de la Biblia, como Moisés, Jonás y Elías. Vio cómo ellos superaron la depresión o situaciones depresivas. Como la mujer que con lealtad se mantuvo al pie de la cruz cuando Jesús fue crucificado, se aferró a lo que comprendía de Dios. Como ellos, ella fue testigo de una resurrección. “...llegó el día en que una vez más creí que Dios tenía un propósito para mi vida. Mis circunstancias no habían cambiado, pero el identificar que mi pensar estaba distorsionado ha hecho una gran diferencia en mi estado de ánimo”.
Cuando Dios responde a nuestra oración y a nuestras necesidades humanas, nuestro pensamiento se espiritualiza. Dios cambia el enfoque de una percepción personal del problema, y ayuda a la persona a ver el bien, la presencia divina, en la vida diaria.
Cuando trabajaba como capellán en una agencia para gente sin hogar, un hombre de color pidió verme. Me quedé sin aliento al estrechar su mano. Mi intuición me indicaba claramente que este hombre estaba decidido a suicidarse, y me estaba viendo a mí como su versión del “último rito litúrgico”. En silencio le pedí a Dios que me dijera qué decir, qué hacer. Mientras el hombre hablaba oré. Comencé a declarar mentalmente que sólo había una ley del bien que operaba en la vida de este señor. Era Dios y no el destino ni el azar quien lo gobernaba. El bien reinaba porque el bien es la presencia de Dios manifestada.
El hombre habló de muerte. Sus padres habían fallecido recientemente. No tenía trabajo, ni hogar, ni amigos, ni familia, ni esperanza, ni voluntad para siquiera intentar seguir viviendo. Cuando hizo una pausa, le conté de la ley del bien que estaba operando en su vida. Se enojó y me dijo lo que pensaba de Dios — que no era muy favorable — y declaró que en su vida no había nada bueno.
No obstante, dijo algo positivo de su madre. Yo lo repetí y él se detuvo. “Eso era bueno”, dijo.
— Yo a usted no lo conozco — le dije —. Así que va a tener que ayudarme. Usted acaba de mencionar una cosa buena en su vida. Cuénteme otras cosas.
Me miró en silencio. Finalmente habló. Me dijo una cosa buena. Hizo una pausa. Luego otra cosa buena. Y otra. Para cuando terminó, me dijo que si se mantenía firme, en unos días más le habían prometido un trabajo. Comenzaba a trabajar el siguiente lunes. Y había un lugar donde vivir que estaría disponible en dos semanas.
En realidad había muchas cosas buenas en su vida. Pero él no lo había notado.
Hizo otra pausa, pero esta vez sonrió suavemente.
— Yo iba a suicidarme esta mañana — me dijo —. Simplemente vine aquí para orar con alguien antes de morir. Ahora veo que Dios me guió hasta aquí para salvar mi vida.
Toda su apariencia había cambiado. Su mirada era clara y tranquila. La depresión había desaparecido. Me dijo que se sentía libre. Oramos juntos en voz alta y agradecimos a Dios por Su bondad.
Ya sea que te sientas indigno, temeroso o frustrado, Dios está contigo. Él hará el trabajo. Simplemente aférrate a cada vislumbre que tengas de Dios. El Cristo resucitado está contigo, y te levantará.
