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Quiste en los ovarios sanado por la oración

Del número de agosto de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando tenía unos veinte años, salía con un hombre con quien pensaba casarme. Por aquel entonces comencé a sentir un fuertísimo dolor en el abdomen y se me hinchó tremendamente el estómago, a tal punto que ni siquiera podía tocarlo.

Hacía un tiempo que conocía la Christian Science y sabía algo de ella a través de mi hermana que la estudiaba. Yo había tenido algunos problemas ginecológicos que habían sido tratados a través de la medicina, por lo que decidí acudir nuevamente al doctor para consultarlo acerca de mi dolor en el abdomen. El médico diagnosticó que tenía un quiste en los ovarios del tamaño de un pomelo. Esta noticia me atemorizó mucho, máxime considerando que recientemente había sido sometida a una intervención quirúrgica.

El médico sugirió que debía hacerme una biopsia y yo consentí. Me sometieron a unos exámenes preoperatorios en el hospital. El doctor me informó que existía la posibilidad de que perdiera uno o ambos ovarios. Yo tenía miedo de que esta operación disminuyera mi capacidad de tener hijos y que, en consecuencia, afectara adversamente mi relación con el hombre con quien salía.

Dos noches antes de la operación, llamé a mi hermana. Ella le pidió a nuestro hermano que me esperara en la carretera para entregarme un ejemplar de Ciencia y Salud, ya que era muy tarde y no había otra forma de conseguirlo. Mi hermana siempre había compartido conmigo sus pensamientos e ideas acerca de la Christian Science, y pese a que yo no estaba estudiando esa Ciencia, me sentía intrigada por ella. Mi hermana comenzó a orar conmigo y me pidió que orara con las ideas contenidas en la “declaración científica del ser”, que comienza así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia” (pág. 468). También hablamos acerca de mi ser y que yo era el perfecto e inocente reflejo de Dios. Mi hermana también me pidió que leyera el capítulo titulado “La Oración”. Hice esto mientras ella oraba por mí.

Al día siguiente, cuando fui a la consulta médica previa a la operación, le pedí al doctor que me hiciera otra ecografía. Él respondió que ya lo había hecho. Entonces le pedí que lo hiciera nuevamente, para estar completamente seguros. Él accedió y quedó totalmente asombrado al descubrir que no había evidencia alguna de que hubiera habido un quiste allí, y me sugirió que continuara haciendo lo que había estado haciendo.

Lo que ocurrió me confirmó que la Christian Science era un modo de vida al cual debía prestarle mayor atención.

Esta curación ocurrió en 1991 y no he tenido más problemas ni recaídas. Desde entonces he entonces he venido estudiando y practicando la Christian Science y me he hecho miembro de La Iglesia Madre, The First Church of Christ, Scientist, en Boston. Estoy eternamente agradecida por las bendiciones que he recibido en mi vida al poner en práctica la Christian Science. También estoy muy agradecida por el amor y la comprensión que mi hermana me prodigó durante ese momento de gran necesidad que estaba atravesando.

Debo añadir que finalmente me casé con el hombre que mencioné al principio y tenemos dos hermosos hijos.


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