Hace unos 10 años, siendo divorciada y con una hija, y en un estado mental de inseguridad e incertidumbre, sentí que era hora de hacer un cambio rotundo en mi vida.
En esos días vendí mi automóvil, que me estaba trayendo problemas, para poder comprar otro vehículo; también decidí dejar mi trabajo como técnica de computadoras para hacer algo diferente.
Estaba acostumbrada a confiar en Dios para tomar decisiones, y en esta ocasión lo necesitaba más que nunca. Sentía un vacío en mi vida y no sabía cómo llenarlo. Pensé que un cambio de rutina me ayudaría. Decidí orar como acostumbraba a hacerlo para poner en Sus manos mi vida y poder resolver mis sentimientos de soledad. La repuesta no se hizo esperar porque a la semana siguiente un amigo me ofreció prestarme una camioneta que él sólo usaba los fines de semana. De este modo, ya teniendo vehículo, encontré trabajo enseguida como secretaria de un abogado.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!