Hace unos 10 años, siendo divorciada y con una hija, y en un estado mental de inseguridad e incertidumbre, sentí que era hora de hacer un cambio rotundo en mi vida.
En esos días vendí mi automóvil, que me estaba trayendo problemas, para poder comprar otro vehículo; también decidí dejar mi trabajo como técnica de computadoras para hacer algo diferente.
Estaba acostumbrada a confiar en Dios para tomar decisiones, y en esta ocasión lo necesitaba más que nunca. Sentía un vacío en mi vida y no sabía cómo llenarlo. Pensé que un cambio de rutina me ayudaría. Decidí orar como acostumbraba a hacerlo para poner en Sus manos mi vida y poder resolver mis sentimientos de soledad. La repuesta no se hizo esperar porque a la semana siguiente un amigo me ofreció prestarme una camioneta que él sólo usaba los fines de semana. De este modo, ya teniendo vehículo, encontré trabajo enseguida como secretaria de un abogado.
Esa amistad con los meses se convirtió en noviazgo y al año nos casamos. Así es que dejé de trabajar afuera de casa para dedicarme por completo a cuidar de mi familia, que ahora era más grande, pues a mi hija del matrimonio anterior se sumaban dos niñas de 8 y 10 años que traía mi nuevo marido.
A los cinco meses de casados nos mudamos a nuestra nueva casa. Fue entonces cuando, debido a los nuevos cambios en nuestra rutina diaria, mi hija, que tenía 13 años, decidió asistir a una escuela privada en otro estado. Pensé que iba a ser una decisión difícil. Habíamos vivido juntas con mi madre, las tres, durante diez años, y de golpe todo esto cambiaría. Luego de pasar mucho tiempo orando, estas palabras del Salmo 91, con el cual estaba muy familiarizada, resonaron en mi mente:
“El que habita al abrigo del Altísimo/ morará bajo la sombra del Omnipotente”.
Y más abajo continúa:
“Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,/ que te guarden en todos tus caminos”.
Este salmo me hizo ver que Dios mandaba a sus ángeles para que guarden de mi hija tanto en mi casa como en la escuela. Así que la dejé ir, pensando que si mi “pichoncito” quería probar sus alas, no iba a estar sola. Y lo cierto es que resultó una experiencia muy enriquecedora para ella.
Luego sentí que era tiempo de comprar un vehículo familiar. A la camioneta le habíamos comprado una caseta y de esta manera las nenas podían viajar atrás. Habíamos usado nuestra camioneta por 4 años, jamás nos dejó varados, y nos sirvió mejor que cualquier otro vehículo que hubiéramos podido tener. La cargamos de arena, de tierra y de cuanto fuese necesario mientras remodelábamos nuestra casa. Pero el deseo de tener una camioneta para pasajeros nunca lo habíamos abandonado.
Mientras tanto yo continuaba orando para ver más claro que Dios incluye todas las ideas buenas, incluso la de transporte. Empecé a comprender que Dios conoce nuestra necesidad, incluso antes que le pidamos.
Un día decidimos que teníamos que apreciar el valor de este vehículo y estar agradecidos por su utilidad. Teníamos que apreciar lo mucho que nos había servido durante esos años. Para buscar ideas decidí estudiar seriamente Ciencia y Salud. Por años había encontrado ayuda y consejo en este libro y sabía que me iba a abrir el entendimiento. Un día al leerlo mis ojos se posaron en las siguientes palabras: “Un cambio en la creencia humana cambia todos los síntomas físicos y decide en el caso para bien o para mal” (pág. 194).
Si bien este pasaje se refiere a síntomas físicos, me ayudó a darme cuenta de que era mi creencia acerca de las cosas la que tenía que cambiar. De modo que decidí estudiar más para demostrar mi gratitud a Dios. Como resultado, me vino la inspiración de desprenderme de la camioneta. Puse un cartel en la ventanilla ofertándola, y en menos de una semana recibí una oferta de alguien que finalmente la compró. Aunque ahora no tenía vehículo, confiaba en que Dios no me dejaría sin transporte.
Exactamente una semana después encontramos una camioneta de pasajeros más moderna y a un buen precio.
Así, el Amor divino me mostró que lo que necesitábamos no era exactamente una camioneta nueva, sino una noción más clara de lo que el transporte, como idea útil, representa para nosotros. Al abandonar la urgencia de vender el vehículo y comprar otro, dejamos nuestro pensamiento a la voluntad de Dios, y la recompensa fue más grande de lo que esperábamos.
Estoy muy agradecida a Dios por todo lo que sigo aprendiendo y por tantos beneficios que he tenido desde que conocí la Christian Science.
San Diego, California, EE.UU.
