Había terminado el bachillerato con muchas esperanzas. Iba a estudiar teatro en la universidad porque quería ser actriz. Desde niña había trabajado muchas veces en el teatro, y estaba convencida de que ése era mi llamado.
Sin embargo, a mitad de mi carrera universitaria, me sentí muy desilusionada. Me gustaba mucho actuar, pero no me agradaban el resto de las cosas que me enseñaban en mis clases de drama. Y empecé a pensar que no quería pasar el resto de mi vida actuando, preparando obras y sólo en compañía de otros actores. Pero éste era mi sueño, esto era lo que yo quería, ¿no es cierto?
Al mismo tiempo, me empezaron a gustar otras materias que estaba estudiando: literatura inglesa e historia del arte. Pero yo vivía en Sudáfrica después del apartheid, en una era donde se ponía énfasis en las habilidades prácticas que uno tuviera, y no en el grado académico que pudiera tener. Había muy pocas posibilidades de que pudiera encontrar algún trabajo al terminar la universidad con un diploma en literatura inglesa. Aparte de eso, como muchos de mis amigos, no sabía qué tipo de trabajo quería.
Mi confianza en Dios me llevó por nuevos e inspiradores caminos.
Finalmente, desanimada, terminé contándole con lágrimas a mi mamá el dilema que tenía. Le dije que no sabía qué hacer. No sabía siquiera si tenía que continuar con la universidad. Me sentía confundida.
Mi mamá me sugirió que recurriera a dos libros que me habían ayudado en el pasado, la Biblia y Ciencia y Salud. Estos libros me habían enseñado que puedo apoyarme en Dios tanto en los buenos como en los malos momentos.
Empecé a leer Ciencia y Salud y encontré un par de frases que realmente me ayudaron: “...debemos primero dirigir nuestra mirada en la dirección correcta y luego seguir por ese camino. Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles” (pág. 248). Pensé en lo que la “dirección correcta” era para mí en ese momento. En esa época yo estaba en la universidad, tomando clases que realmente me gustaban. Así que ésa era mi dirección y no necesitaba preocuparme incesantemente por el futuro. También me di cuenta de que el estar temerosa y preocupada no era definitivamente estar formando “modelos perfectos en el pensamiento”, sino todo lo contrario. Decidí confiar en Dios, para que me guiara correctamente, sin importar lo que sucediera.
Esto me llevó por nuevos e inspiradores caminos. Meses después, antes de graduarme, decidí tomar un curso de dos semanas sobre la curación espiritual, la Instrucción en Clase Primaria de la Christian Science. En este curso aprendí más profundamente cuánto me cuida Dios y que Su amor por mí nunca cambia. Empecé a comprender que mi verdadero trabajo en ese momento y para siempre era aprender más acerca de Dios.
Durante ese curso, encontré en una revista un aviso que ofrecía trabajo. A diferencia de otros que había visto, éste no describía cuántos años de experiencia se necesitaban, ni qué título específico uno tenía que tener. En lugar de eso, el puesto requería de cualidades específicas, como flexibilidad, creatividad, etc. Me senté y escribí la manera en que yo expresaba esas cualidades en mi vida. Luego me di cuenta de que había reescrito mi currículum vitae desde una perspectiva espiritual. Y mejor aún, sentí algo que nunca antes había experimentado: Me sentí calificada para el trabajo.
Me presenté, y seis meses más tarde comencé a trabajar. Vi que cuando empecé a confiar en Dios y en Su dirección, las cosas comenzaron a cambiar para bien.
Massachusetts, EE.UU.
