Había terminado el bachillerato con muchas esperanzas. Iba a estudiar teatro en la universidad porque quería ser actriz. Desde niña había trabajado muchas veces en el teatro, y estaba convencida de que ése era mi llamado.
Sin embargo, a mitad de mi carrera universitaria, me sentí muy desilusionada. Me gustaba mucho actuar, pero no me agradaban el resto de las cosas que me enseñaban en mis clases de drama. Y empecé a pensar que no quería pasar el resto de mi vida actuando, preparando obras y sólo en compañía de otros actores. Pero éste era mi sueño, esto era lo que yo quería, ¿no es cierto?
Al mismo tiempo, me empezaron a gustar otras materias que estaba estudiando: literatura inglesa e historia del arte. Pero yo vivía en Sudáfrica después del apartheid, en una era donde se ponía énfasis en las habilidades prácticas que uno tuviera, y no en el grado académico que pudiera tener. Había muy pocas posibilidades de que pudiera encontrar algún trabajo al terminar la universidad con un diploma en literatura inglesa. Aparte de eso, como muchos de mis amigos, no sabía qué tipo de trabajo quería.
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