A veces uno piensa en las personas que se encuentran prisioneras, ya sea porque están en la cárcel, viven bajo un régimen totalitario o han sido secuestradas y están esperando que se pague el rescate. Y nos sentimos agradecidos por no estar en la misma situación. Pero, ¿somos acaso realmente libres?
Se podría decir que hay distintos tipos de esclavitud, y que no se necesita vivir en las circunstancias mencionadas para ser prisioneros. A veces el ser humano se impone limitaciones, como ésas que le impiden cumplir sus sueños y como resultado ni siquiera hace el intento de alcanzarlos. En ocasiones, es prisionero de las enfermedades porque habla tanto de ellas cuando está sano, que termina por enfermarse, como son esas enfermedades “de moda” que mencionan con insistencia en la televisión. También puede que esté atemorizado por la inseguridad, y deja de hacer lo que le gusta simplemente porque tiene miedo de que le ocurra algo si sale a la calle. Asimismo, en ocasiones, es probable que tenga miedo de expresar su opinión por temor a que la gente reaccione en su contra y lo perjudique.
¿Cómo responderíamos a la pregunta “¿somos acaso realmente libres”? Pablo en la Biblia nos ayuda cuando dice: “Cristo nos hizo libres” (Gálatas 5:1). Esto quiere decir que el hombre tiene el derecho a ser libre, y que para gozar de esa libertad sólo necesita afirmarse en su inquebrantable relación con Dios y aferrarse al amor que Él siente por todos Sus hijos sin excepción. Entonces se sentirá libre aun estando en la cárcel, y poco a poco se liberará de las enfermedades y limitaciones que lo aquejan.
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