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El empleo me eludía

Del número de noviembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después de que mi esposo perdió su empleo, pensamos que al mudarnos de Oakland a Los Ángeles tendríamos mejores oportunidades para encontrar trabajo. Todo lo relacionado con la mudanza parecía correcto. Habíamos encontrado un nuevo hogar perfecto, y amigos y familiares nos habían ayudado a seguir nuestro camino.

No obstante, cuando llegamos a Los Ángeles no fue tan fácil conseguir trabajo. Averiguamos en distintas compañías, establecimos algunos contactos dentro de nuestros campos profesionales, enviamos curriculum vitaes, pero los empleos parecían eludirnos.

Yo empecé a cuestionar nuestra decisión. Quizás tendríamos que haber esperado más tiempo. Tal vez habíamos esperado demasiado. Estas dudas me acosaban y tenía problemas para dormir.

Después de varias semanas, finalmente me desperté, es decir, lo hice mentalmente. Una maravillosa frase de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras me vino al pensamiento: "...la superabundancia del ser está del lado de Dios, el bien" (pág. 201). En vista de nuestra situación financiera, esto era exactamente lo que yo necesitaba escuchar. Pero ver el lado práctico de esta promesa requería de un cambio de perspectiva. Y eso significaba sentir y ser testigo de la superabundancia de Dios allí mismo, en ese mismo instante.

Me instó a que dejara de juzgar y me presentara al puesto.

Empecé por agradecer todo lo que teníamos. Y muy dentro de mí supe que Dios, el bien, estaba conmigo y con mi esposo todo el tiempo. A medida que la verdad de Su inalterable cuidado llenaba mis pensamientos, mi temor comenzó a disminuir.

Una hora después, sonó el teléfono. Era una agencia de empleo temporal para pedirme que fuera a una entrevista. Una hora más tarde, otra agencia llamó para concertar una cita. Y luego ese mismo día, llamaron de una librería para que atendiera su puesto en un festival a realizarse poco después. ¡Qué superabundancia! En poco tiempo, también comenzaron a surgir oportunidades para mi esposo.

Durante algunos meses, estuve haciendo varios trabajos de tiempo parcial. Pero si bien estaba agradecida por estas oportunidades, la remuneración no era suficiente para pagar las cuentas.

Entonces un día me llamaron de una agencia con una oferta de trabajo de tiempo completo que pensaron que me gustaría. No obstante, cuando me dijeron el ramo y el nombre de la compañía me sentí desalentada. Ninguno de los dos tenía nada que ver con lo que me gustaba o con mis conocimientos, les agradecí pero no lo acepté.

La mujer me instó a que dejara de juzgar y por lo menos me presentara al puesto. Me pareció que esta señora estaba escuchando a Dios mejor que yo. Me di cuenta de que mientras yo continuara tratando de definir cómo se manifestaría en mi vida el plan que Dios tenía para mí, probablemente me perdería importantes e inesperadas oportunidades. Entonces con humildad estuve de acuerdo en tener una entrevista.

La mujer de la agencia tenía razón, la compañía me impresionó de inmediato. Varios meses después acepté su oferta. Y el momento no pudo haber sido más oportuno. Nuestro dinero había disminuido tanto que no sabía cómo íbamos a pagar el alquiler del mes siguiente. Ahora podía hacer el cheque y me sobraba dinero.

Me da gusto agregar que ya ha transcurrido más de un año y continúo disfrutando mucho de mi empleo. El trabajo es interesante y demandante, y he hecho muchos amigos.

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