Mi hijo tiene hoy 9 años de edad. Todos lo que lo conocen, incluso los maestros de la Escuela Dominical, me hablan muy bien de él y me hacen sentir muy feliz y hasta orgullosa. En su colegio este año se ha destacado en todo. Lo que pocos saben es que eso se lo debo a la práctica de la Christian Science y a la lectura de Ciencia y Salud.
Fueron muchas las amarguras que pasé desde que Diego era un bebé. Cuando tenía sólo dos años de edad, el diagnóstico médico era que el niño presentaba retraso en casi todo lo físico, y que ese retraso podía también ser mental. Mi angustia crecía cuando notaba que su actividad psicomotriz y asociativa era muy inferior a la de todos los niños de su edad. Incluso un día, alguien llegó a decir que el niño tenía el aspecto de estar sufriendo de inanición o leucemia. No recuerdo cuánto lloré.
Para ese entonces ya leía Ciencia y Salud y también Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy, con dedicación; pero al ver que los diagnósticos médicos eran cada vez más desalentadores llamé a una practicista de la Christian Science. Recuerdo que me dijo que el niño no estaba constituido de sangre y huesos; que era la imagen de la Vida perfecta que es Dios. Pero lo que más invadió mi pensamiento fue la mención de un nuevo concepto de maternidad: que la Vida infinita es la fuente de toda existencia; que ahí se origina el ser real de todo hombre y, desde luego, esta verdad incluía a Diego. Que por lo tanto ni el niño ni yo, ni nadie, era el resultado de la reproducción humana. El concepto de maternidad cambió por completo en mi pensamiento. Esto me confortó y me animó para orar hasta vencer los elementos más agobiantes en estos casos como son la impotencia y la conmiseración propia. Esta Ciencia me enseñó que Diego es una idea de Dios y como tal no tiene nada que ver con lo que parece ser materia defectuosa. Entendí que el verdadero amor no es mera compasión humana, sino el reconocimiento de las cosas buenas y bellas que Dios ha hecho. Esta manera de apreciar a mi hijo cambió la situación por completo; y hoy con regocijo puedo decir que estas ideas espirituales me hicieron ver a Diego a imagen y semejanza de Dios, y que así ha sido siempre.
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