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La salud es nuestra

Del número de noviembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace 27 años que estudio la Christian Science y he tenido muchas curaciones, pero me gustaría contarles una que significó mucho para mí. Yo sufría de un recurrente problema intestinal que me provocaba ataques de diarrea que duraban muchos días, a consecuencia de los cuales perdía peso y quedaba exhausta.

Cada vez que tenía esos ataques yo oraba y pedía ayuda mediante la oración a un practicista de la Christian Science. Luego todo pasaba y recuperaba mi peso. Pero pocos meses después el problema volvía a repetirse.

La cuarta vez que ocurrió esto los síntomas fueron particularmente violentos. Mis hijos se asustaron mucho y me pidieron que fuera a ver a un médico. Sin embargo, yo estaba segura de que el problema sólo se sanaría verdaderamente por medios espirituales. Había aprendido a través de mi estudio de la Christian Science — y ya había probado en mi vida — que es muy importante lo que uno piensa. Cuando se necesita curación, es requisito mejorar el pensamiento.

Recuerdo especialmente estos versículos de la Biblia: "porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Corintios 10:4, 5). Yo sabía que Dios me ayudaría a lograr que mis pensamientos fueran "obedientes a Cristo", a la Verdad. Esto quería decir que debía asegurarme de que sólo lo que era verdad sobre el modo en que Dios me había hecho, permaneciera en mi pensamiento. Y esa verdad era que Dios nos había creado perfectos. La individualidad de todos es espiritual y obedece al gobierno armonioso de Dios, una de cuyas consecuencias es la buena salud. Así que les pedí a mis hijos que me dieran un tiempo para orar.

Mientras oraba recordé claramente las muchas oportunidades durante mi niñez y adolescencia cuando mi madre me decía que su padre había fallecido de un problema intestinal similar. Esto había sido una tragedia en su vida porque ella era muy jovencita y también porque había provocado que su familia enfrentara serias dificultades económicas. Su historia siempre me había impresionado mucho, pero ahora me di cuenta de que era hora de sanar mi temor a ese suceso comprendiendo que Dios hizo a Sus hijos perfectos. También percibí que mi individualidad era completamente independiente de la de mi abuelo; lo que le había ocurrido a él no me podía atemorizar ni definir mi experiencia. Yo sólo dependía de Dios. Mi vida únicamente dependía de Él, y sólo Él podía gobernarla.

Estos pensamientos fueron muy claros para mí. Yo sabía que eran verdad. Entonces me sentí libre. Aunque los síntomas continuaron por unos días, yo tenía la certeza de que había sanado. Y muy pronto se manifestó en el cuerpo. Mis hijos también reconocieron que yo me había recuperado completamente gracias a la oración. Esto ocurrió hace seis años, y nunca he vuelto a sufrir de ese tipo de problema.

He sentido el poder de Dios y de la oración en muchas otras ocasiones, incluso en momentos en que mis hijos y nietos estuvieron preocupados. Es por eso que estoy muy agradecida por haber conocido la Christian Science.


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