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La ciudad de Dios está aquí presente

Del número de noviembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Sentinel


Las noticias de todas partes del mundo advierten sobre el desempleo, las economías inestables y los pánicos financieros en todos los ámbitos de trabajo. Las personas de bajos recursos o quienes han perdido su fuente de ingreso, se sienten amenazados y preocupados de que el futuro haya perdido su carácter promisorio. Parece cada vez más difícil poder mantenerse a la altura del creciente costo de vida, especialmente en lo que al alojamiento se refiere. No obstante, en medio de esto, el pensamiento espiritualizado puede iluminarlo todo con un rayo de luz y esperanza.

En el libro del Apocalipsis en la Biblia, San Juan cuenta la visión que tuvo cuando estaba en la isla de Patmos, en Grecia. Él escribe lo siguiente: "Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas". Apocalipsis 21:2–5.

Costa de una de las 1400 islas de Grecia, de las cuales sólo 169 están habitadas. En una de ellas, Patmos, San Juan vivió exiliado entre los años 95 y 97 de nuestra era, y fue inspirado a escribir el Libro del Apocalipsis.

Si Dios está presente, ciertamente la bondad y la abundancia están presentes también.

Durante siglos, esta Escritura fue interpretada como que en la otra vida los creyentes ascenderán a la gloriosa "ciudad de Dios" dejando todo el dolor y el sufrimiento en la tierra. No obstante, en 1875, el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras presentó un punto de vista totalmente nuevo de ese pasaje. Mary Baker Eddy, su autora, escribió lo siguiente: "Esa ciudad celestial, iluminada por el Sol de Justicia — esa Nueva Jerusalén, ese Todo infinito, que a nosotros nos parece oculto en la nebulosidad de la lejanía — llegó a la visión de San Juan cuando moraba aún entre los mortales".Ciencia y Salud, pág. 576.

De manera que, claramente, Juan no tuvo que dejar esta tierra para ver y sentir la bondad y belleza infinitas de la "Nueva Jerusalén". Él ya estaba allí. Por lo tanto, esta ciudad se halla donde cualquier persona puede experimentar la presencia de Dios. Él nunca está apartado de nosotros, morando en un ambiente ultramundano y lejano. Esta "ciudad" está presente hoy para nosotros también, a lo largo de todos los siglos que transcurrieron desde que Juan escribió sobre ella, porque Dios está presente en todo momento. Y si Él lo está, ciertamente la bondad y la abundancia están presentes también. Hoy en día podemos sentirnos reconfortados, como Juan, sabiendo que la seguridad que anhelamos proviene de Dios, aquí y ahora. Y eso es justamente lo que no es correcto en el cuadro que se nos presenta como desempleo, pobreza y escasez de vivienda. Ésas no son condiciones de la santa ciudad.

Hace poco, un amigo mencionó que no tenía trabajo. Lo que me quiso decir es que no iba a una oficina o edificio, cocina o barco pesquero, donde trabajar durante ocho horas y recibir su paga al final del día. Sin embargo, reconoció que sí tenía un trabajo. Y ese trabajo es lo que todos tenemos que realizar: seguir el ejemplo de Jesús y estar "en los negocios [del] Padre". Véase Lucas 2:49. Este enfoque no implica que el simple hecho de hacer buenas obras pagará el alquiler de nuestra casa. En cambio, quiere decir que antes de buscar cualquier otro trabajo hay que preguntarse: "Padre, ¿qué quieres que haga para servirte hoy?" Después de todo, estamos al servicio de Dios. Cuando nos dedicamos completamente a trabajar en "los negocios de nuestro Padre", dejamos de concentrarnos en nuestra propia desesperación. Y al hacerlo, aprendemos a confiar en la guía y provisión que Él tiene para nosotros.

Juan percibió la realidad misma del amor infinito que Dios tiene por toda Su creación. Esta realidad es espiritual, no depende de circunstancias materiales. Y cuando levantamos nuestra vista por encima de la pobreza y de las pérdidas que hemos sufrido para percibir esta realidad, podemos experimentar esa ciudad sagrada de Dios en nuestra vida. Esta perspectiva de la realidad espiritual que todos tenemos del Creador, moldea y define nuestras experiencias externas. Esta perspectiva entraña un cambio radical en nuestro punto de vista y nos permite ver que Dios siempre será nuestra seguridad — "nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Salmo 46:1.

Editorial publicado en el Christian Science Sentinel

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