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Artículo de portada

Encuentra trabajo

Hace unos años mi esposo me preguntó si no quería volver a trabajar. Yo había dejado de hacerlo cuando nació nuestro primer hijo. Luego tuve otros dos y entre todos me mantenían muy ocupada. Siempre me sentí satisfecha con mi vida y realmente usaba todas mis habilidades.

Del número de marzo de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pero con el correr del tiempo, esa ocupación fue disminuyendo, luego los chicos más grandes se fueron de casa, y surgió la idea de que podía hacer algo más. Al principio respondí con bastante renuencia porque en mi profesión de corresponsal extranjero en inglés y francés, muchas cosas habían cambiado. Después de todo, hacía 22 años que no trabajaba, y ahora que tenía más de 50 años, estaba intentando comenzar de nuevo. Aunque me había mantenido al día con mi inglés a través de revistas y amigos, era, no obstante, una situación muy inusual.

Fue entonces que hablé con un conocido sobre un curso para mujeres que querían volver a trabajar. Consulté con la Oficina de Empleos y me enteré de que estaba por comenzar uno de esos cursos. Durante el mismo se ponía a la gente al tanto de los nuevos adelantos en el mundo de los negocios, y se les enseñaba, especialmente, a trabajar con una computadora. Ése era el tema principal. Yo no tenía ninguna experiencia con computadoras. Ahora me doy cuenta de que, cualquiera sea el campo de actividad que uno tenga, ya no se puede hacer nada sin ellas.

De modo que me inscribí en el curso que duró más de seis meses. Luego tuve que hacer una pasantía de 8 semanas. Cada estudiante tenía que encontrar el lugar dónde hacerla. La búsqueda fue horrible. Todos me rechazaban, nadie estaba interesado en mí. Envié muchas, pero muchas solicitudes y curriculum vitae, y no obtuve ni siquiera una entrevista. Simplemente me devolvían los papeles que les había enviado. Me sentí devastada.

A pesar de todo pude elevarme, una y otra vez, por encima de la frustración que sentía. Mi convicción de que había un lugar para mí, pero que simplemente tenía que encontrarlo, era lo que siempre triunfaba. También me ayudó el hecho de que durante esa época mis amigos de la iglesia me alentaron todo el tiempo y me dijeron que iba por el camino correcto para encontrar lo que era lo mejor para mí.

Entonces me ofrecieron una pasantía a través de este instituto y obtuve el trabajo.

Cuando la pasantía estaba por terminar me puse a buscar un empleo permanente. Fui a la Oficina de Empleos y me ofrecieron dos trabajos para los cuales podía pedir una entrevista. Les envié mis datos profesionales de inmediato.

Hay un lugar para cada persona, y ella lo llena perfectamente.

Siempre había pensado que no era posible que no hubiera un lugar para mí, porque eso sería contra natural. Tenía la certeza de que había un lugar para cada persona, y ella lo llenaba perfectamente.

Mientras hacía la pasantía, tuve una entrevista con la primera compañía. Ocurrió que habíamos planeado salir de vacaciones justo cuando terminara la pasantía. Cuando regresé de las vacaciones me enteré de que dicha compañía me había rechazado. Me sentí un poco desalentada y me pregunté qué pasaría. Pero aun entonces yo sabía que nadie podía lograr que perdiera la esperanza. Nadie me podía poner una etiqueta que me descalificara automáticamente debido a mi edad.

Durante mis vacaciones había hablado con una amiga que es asesora de empresas, quien me dijo: “No tienes absolutamente ninguna posibilidad [de conseguir un empleo]”. Ese comentario hizo que me rebelará aún más. De modo que fue muy útil, porque pensé: “Eso no es verdad. No es posible que una persona sea inútil. No puedes limitar a la hija de Dios”.

Días después recibí una llamada de la segunda compañía a la que había enviado mi historia de vida, invitándome a tener una entrevista. Fui, les entregué mi traducción al inglés, y me contrataron. Me habían profetizado que tendría que enviar cientos de solicitudes, sin embargo, no tuve que hacerlo, pues tenía ese “lugar” listo para mí.

Hoy, cuatro años y medio después, sigo en el mismo empleo. Ahora puedo decir que, aunque al principio me sentí renuente a volver a la disciplina diaria de tener un trabajo después de tantos años de no trabajar, este paso demostró ser muy positivo. Ha sido la respuesta correcta para todos.

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