En un principio no entendía este libro, y sólo me aferraba a las palabras. Pero después, al estudiarlo más profundamente y comprenderlo mejor traté de llenarme de amor. Entendí que ésa era la base, sentir amor y respeto por todo y agradecer esa bendición que estaba recibiendo.
¿Qué cambios observó estando en el reclusorio?
Desde que empecé a leer Ciencia y Salud noté un cambio en mis hábitos alimenticios, en las funciones de mi organismo, en mi carácter, en todo. Me ayudó a superar problemas de bulimia, anorexia y adicción al tabaco, a los que había recurrido por el vacío y la soledad que sentía.
La lectura me ayudó a comprender que realmente somos buenos, hechos a imagen y semejanza de Dios. También la Biblia adquirió otra dimensión para mí. Empecé a comprenderla más y me di cuenta de que podía aplicarla a situaciones del presente.
A mis amigas del reclusorio les extrañaba mi actitud. Me veían noche tras noche estudiando con tanta dedicación, que me decían: “¿Crees acaso que tus libros te van a sacar de aquí?” Yo me limitaba a no contestar. Simplemente seguía leyendo. Como los demás, fui notando un cambio en mi actitud. La amargura y la frustración se transformaron en paciencia, y se manifestaron otras muchas cualidades que no sabía que tenía.
Gracias a la lectura empecé a experimentar una libertad interior que antes no sentía. Tenía mucha confianza, sabía que iba a salir de ahí, y me aferré a esa certeza. Y en efecto, después de pasar tres meses leyendo, eso fue lo que sucedió. Fue realmente algo maravilloso, algo que debía ser porque tenía el derecho de ser libre.
¿Cómo obtuvo su libertad?
Todo empezó al cambiar mi pensamiento. Sentí que la cárcel ya no era una barrera para mí. Así que dejé toda ocupación y me dediqué a estudiar esta Ciencia que acababa de encontrar.
¿A qué ocupaciones se refiere?
Ni bien entré al reclusorio, decidí que tenía que mantenerme ocupada, y empecé a trabajar en jardinería. Después estuve en los talleres de costura y en la cocina. Y finalmente se presentó la oportunidad de hacerme cargo de una tienda donde se vendían productos básicos, como leche, refrescos y sopas instantáneas. Entonces empecé a preparar almuerzos, bocadillos, omelettes, etc. Y con esto ganaba dinero.
En un momento dado me di cuenta de que la tienda me absorbía mucho tiempo y no me permitía dedicarme al aprendizaje de la Christian Science. Si bien me estaba yendo muy bien económicamente, el dinero que percibía no se podía comparar con la bendición que estaba recibiendo con ese estudio que realizaba. Por eso fui a la administración, les expresé mi gratitud y les pedí que me pagaran las mercancías que yo había comprado y le dieran la tienda a otra persona. Mis compañeras no comprendían por qué lo había hecho.
¿Qué efecto tuvo ese estudio tan dedicado?
En todo se notó un cambio. Mi ex esposo, por ejemplo, se mostraba más amable, y me llevaba a los niños de visita con más frecuencia. Y después de más de un año, mi madre me llamó por teléfono por primera vez, y eso me extrañó, porque se había apartado de mí y era como si yo hubiera muerto para ella. Pasaron muchas cosas agradables.
Sentí que la cárcel ya no era una barrera para mí.
También tuve una curación. No sé si fue a causa de la tensión que me provocaba estar en el reclusorio, pero durante el año y nueve meses que estuve allí, tuve el período sólo en tres ocasiones y provocado, la primera vez por pastillas, y las otras dos por inyecciones. Cuando empecé a leer el Heraldo, me interesó tanto, que le hablé a una practicista por teléfono para que despejara mis dudas. Ella expresaba mucho amor y me dijo que dentro del reino espiritual existía una ley de la fluidez, y oró por mí hasta que el período se normalizó.
¿Cómo fue que salió finalmente libre?
Sé que se debió a la nueva comprensión que adquirí, porque de acuerdo con los cargos de secuestro y otros en mi contra, en extremo graves aunque infundados, me hubieran correspondido más de veinte años de prisión. Mi ex marido me había acusado falsamente después de que él se negó a separarse y yo me fui de casa con los niños. También me acusó de haberle robado el vehículo en el que me había ido. Después se arrepintió de haberlo hecho, pero el proceso había seguido su curso.
Sucedió que durante el proceso me recusaron a otro juzgado con una juez mujer. Ella analizó más el caso y, entre otras cosas, se presentaron más pruebas. Entonces un día me llamaron del juzgado como lo habían hecho tantas veces durante todos esos meses, pero en esa ocasión yo tenía mucha confianza y un nuevo enfoque de pensamiento. Me sentía libre aun estando ahí adentro. Cuando llegué, la juez me dijo: “Queda usted absuelta”. ¡Y yo ni siquiera había sido juzgada!
¿A qué se dedica ahora, Alicia?
Soy agente de bienes raíces. La Christian Science me impulsa a progresar y a comprender que no hay límites en nuestra vida, que uno puede llegar hasta donde cree que puede llegar. Y eso es lo que estoy haciendo, tratando de salir adelante, y lo estoy logrando.
Sigo estudiando Ciencia y Salud. Desde el primer momento en que empecé a leerlo supe que era la verdad que siempre había buscado.
¿Tal vez está viendo en mayor medida que tiene acceso directo a Dios, que no hay ningún intermediario entre usted y Él?
Es verdad. Yo siempre había intuido que la iglesia no ocupa un lugar geográfico determinado. Pienso que si bien es bueno ir a apoyar a nuestra iglesia, la misma está donde uno quiere que esté, en el momento en que uno quiera y sienta necesidad de ella.
Por ejemplo, las lecciones del Cuaderno Trimestral de la Christian Science son muy prácticas. Cuando estaba en el reclusorio podía estudiarlas en cualquier momento y lugar. Y he descubierto que cuando uno tiene un problema, en ese mismo instante, tiene acceso a Dios. Y eso es algo formidable, algo maravilloso, es un descubrimiento que lo llena a uno de alegría.