Los rayos del sol empezaban a filtrarse por entre las viejas cortinas de la casa. Ésa sería una mañana maravillosa, ya que cambiaría rotundamente la vida de una mujer llamada Helen Martins. Entonces sólo puede haber sido una mañana de cambio, una mañana de decisiones importantes, es decir, una mañana de sol.
Helen nació en 1897, en Nieu-Bethesda, Sudáfrica. Después de terminar la secundaria estudió para ser maestra. En 1920 contrajo matrimonio pero se divorció poco después. Ella continuó enseñando en el Transvaal (hoy provincia de Gauteng). Años después, fallecieron sus padres con pocos años de diferencia uno del otro, dejando a Helen sola en el mundo.
Entonces una noche se encuentra Helen sentada en su cama, y se da cuenta cuán aburrida y gris se ha vuelto su vida. Y en ese momento, cuando ella ya tenía unos 50 años, decide cambiar todo eso, y esforzarse por traer luz y color a su vida. Esa simple decisión de cambiar el ambiente en el que vive, llega a transformarse en un deseo obsesivo de expresar sus sentimientos y sueños más profundos.
Para hacerlo comienza por pintar y decorar el interior de su casa donde se pueden ver, dondequiera que se mire, brillantes colores y rostros, soles y pinturas de animales. Espejos en forma de corazón, redondos, cuadrados, reflejan las miradas de asombro de los que visitan la casa. La humilde cocina de pronto se ilumina con sus tonos rojo fuerte. Paredes y cielo rasos cobran vida en una infinidad de matices y formas, resultado de la interminable inspiración de la artista. Su búsqueda de luz y color muy pronto se transforma en una fascinación por combinar el reflejo con el espacio, la luz y la oscuridad en diferentes matices.
Una vez que termina de decorar el interior de la casa, Helen decide expresar su inquietud artística en su jardín. Y a lo largo de varios años, con la ayuda, en especial de un hombre llamado Koos Malgas, comienza a construir esculturas de todos los tamaños. A ella le gustaban en especial las lechuzas y los camellos, y hay muchas esculturas que los representan por toda la propiedad. No obstante, ella no se limitó a ellos, sino que construyó cientos de esculturas y figuras en relieve de otros animales que abundan en el “Jardín del Camello” y en las paredes de la casa. Construyó muchos seres fantásticos y reales. Una procesión de pastores y reyes magos guían a una hilera de camellos de tamaño casi natural, hacia el Este. Helen integra el cristianismo con su fascinación por el Oriente.
La entrada desde la calle tiene un arco, bajo la mirada de una estoica lechuza de dos caras, el cual tiene una barricada de alambre, junto al que se eleva alto un cactus, Reina de la Noche. Algunos piensan que esto ilustra la difícil relación que Helen mantenía con el mundo exterior. El arco es para dar la bienvenida al visitante, mientras que con la barricada quiere establecer esa separación.
Los vecinos de la pequeña aldea de Nieu-Bethesda no miraban con agrado lo que esta extraña persona hacía en su casa. En los años 40 y 50 esta aldea se vio eclipsada por las grandes ciudades y comenzó su decadencia. Hoy en día, la casa de Helen, conocida como “Lo casa de la lechuza”, se ha transformado en una atracción turística, con más de 13.000 visitantes al año. Como resultado directo de esto, la aldea tiene ahora 16 casas de huéspedes, dos restaurantes, una cafetería, un pub y dos galerías de arte.
Helen Martins es un magnífico ejemplo de cómo es el espíritu y no la edad lo que nos inspira y nos impulsa a salir adelante.