Los derechos de la mujer siempre me han interesado mucho, ante todo, porque soy mujer, y después porque las mujeres en el Congo [y en África en general] enfrentan muchos desafíos desde que nacen. Aquí cuando llega una niña al seno de una familia todos están felices, pero cuando nace un varón están “realmente” felices. Sienten que es el heredero que perpetuará el nombre de la familia. Una de las consecuencias de esto es que a la escuela son enviadas muchas menos niñas que niños, y el nivel de alfabetismo tiende por lo tanto a ser muy desigual. Además, todavía hay adolescentes que son forzadas a casarse, y, según la costumbre, a las viudas se las priva de las posesiones de su esposo en favor de la familia de éste.
En general lo que vale una mujer en África depende mucho de su padre o de su marido, y del hecho de que tenga o pueda tener hijos. Se puede decir que ella está definida por los hombres que la rodean, y vive a la sombra de la situación social que ellos tengan. Mi trabajo con el Alto Comisionado para los Derechos Humanos ha hecho que, desde hace ya varios años, me ocupe directamente del tema de los derechos de la mujer. Y he podido seguir de cerca no sólo muchos casos individuales, sino también la situación en general. He tenido la oportunidad de conducir programas de capacitación sobre el tema y trabajar con organizaciones no gubernamentales [ONG] sobre asuntos específicos de la mujer.
La mujer no necesita sobrepasar al hombre para hacer valer sus derechos.
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