El que entra en la Casa Protegida Julia de Burgos, siente de una manera palpable orden y paz en el ambiente. En esta casa, que opera desde 1980, viven temporariamente mujeres víctimas de la violencia conyugal. El Heraldo, Junto con la colaboración de la periodista
habló con Gloria Cruz, desde hace tres años directora de esa casa.Nuestra meta — dice la Sra. Cruz — es brindar protección inmediata a las mujeres y niños que sufren de violencia doméstica. Fortalecemos, orientamos y brindamos consejería para contribuir a romper el ciclo de violencia mediante un programa de educación. Además, les facilitamos una vivienda y continuo servicio de apoyo para que las mujeres logren autosuficiencia y asuman el control de su vida. Les brindamos apoyo en el período inicial de crisis, y les ofrecemos servicios que satisfagan las necesidades de alimento, descanso, aseo personal, apoyo emocional, seguridad y recreación. También las ayudamos a desarrollar su habilidad para reflexionar y llegar a conocerse mejor a sí mismas.
La Sra. Cruz afirma que han pasado muchos casos por esta institución y que los resultados han sido muy buenos. Ella y su personal han aportado su “granito de arena”, y el resto en gran medida se ha llevado a cabo por el deseo genuino de estas mujeres de salir adelante y dejar atrás el miedo.
¿En qué condiciones llega la gente para solicitar ayuda?
Hay mujeres que llegan con hematomas en la cara y en el cuerpo. Otras, llegan sin un rasguño, pero en tal estado emocional que no pueden ni mover un dedo debido al maltrato verbal que han sufrido. Nuestro trabajo consiste en que ellas se vayan conociendo a sí mismas. Yo creo mucho en la naturaleza y en el poder tan grande que tiene el universo, y trato de que estas mujeres vean esto en cierta medida, al igual que lo hace nuestro personal. Cada una le pone a Dios el nombre que quiera, aquí no bregamos con ninguna religión. Tratamos de que se fortalezcan a través de lecturas, de discusiones que se hacen de pasajes de libros. Tratamos de que se eduquen.
Para mí Dios es la vida misma.
¿Reciben alguna clase de terapia?
Tenemos dos trabajadoras sociales aquí, y también en otros tres pueblos de la isla. También hay sicólogas y siquiatras que prestan ayuda. Esta ayuda presenta soluciones no sólo para ellas, sino también para sus hijos. Se les muestra que tienen los mismos derechos que el resto de la gente.
Cuando Ciencia y Salud llegó a manos de Gloria Cruz, se lo pasó a las trabajadoras sociales y ellas, cuando hacen terapia individual, toman pasajes del libro y hablan con sus pacientes tes sobre la interpretación que ellos le dan.
¿Qué la llevó a incorporar Ciencia y Salud en esta terapia?
En las sesiones de terapia no hablamos de religión, simplemente hablamos de las cosas de la vida, y las ideas de Ciencia y Salud se pueden tomar objetivamente; el libro está bien estructurado. Muchas de las mujeres tienen creencias religiosas muy marcadas y piensan que el trato abusivo que han recibido es un castigo de Dios, que se lo merecen por algo que han hecho en su vida. La lectura de Ciencia y Salud las ayuda a darse cuenta de que Dios no castiga.
¿Usted misma ha leído Ciencia y Salud?
Sí, por partes. A veces, lo abro cuando hago un alto en mis tareas. Y las veces que recurrí a él, definitivamente me ayudó, pues desaparecieron las tensiones que tenía. Muchas veces, abrí el libro al azar, lo leí y dio contestación a lo que indirectamente quería buscar o necesitaba oír o ver. Me ha gustado muchísimo.
¿Qué ideas ha sacado del libro?
No he tenido la oportunidad de leerlo de corrido, pero sí lo tengo en mi escritorio y me ha ayudado en varias ocasiones. Acostumbro a orar todas las mañanas agradeciéndole a Dios que estoy viva en este universo. Para mí Dios es la vida misma. Y también por las tardes le doy gracias por el día que tuve. Dios creó el universo para que siempre nos brinde energía y para que nos alegre, no para destruirnos ni maltratarnos, ni mucho menos.
¿Algunas de las personas que concurren a esta institución le han comentado sobre la ayuda que recibieron de Ciencia y Salud?
Una de ellas, a quien llamaré María, no sólo recibió ayuda de Ciencia y Salud sino que también se lo prestó a otra compañera. María estuvo tan reconfortada que hasta se sentía distinta. Ella me comentaba: “Cuando me siento muy triste abro Ciencia y Salud y al leerlo me lleno de alegría, de paz y de armonía. Y yo necesito eso”.
¿Ha visto que esta gente puede rehacer su vida?
Sí, la mayoría. Ya no regresan con la persona que las agredió. A estas mujeres les hemos dado las herramientas para que puedan lidiar con el diario vivir y se puedan valer por sí mismas. Salen de esta casa con un sentido de vida renovado.