En 1988, un año después de casarme, quedé embarazada de mellizos pero, lamentablemente, el embarazo duró tan solo dos meses. Los médicos me dijeron que no podía quedar embarazada nuevamente, y que si lo hacía tendría que hacer reposo absoluto. Mi útero estaba en una posición más baja de lo normal, y me dijeron que si quedaba embarazada, al tercer mes a más tardar se produciría un aborto.
Yo ya había sufrido otras pérdidas en mi familia. Mi madre y mi hermana habían fallecido hacía poco tiempo y tenía mucho miedo de perder todo lo que era valioso para mí en la vida.
Tuve varios problemas de salud, incluso depresión. Los psicólogos me decían que yo no estaba enferma, pero cuando salía de casa sólo me sentía segura si llevaba medicamentos en la cartera.
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