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Artículo de portada

Despertar con el alegre canto de los pájaros

Del número de abril de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1970 yo trabajaba como Ingeniero de Tráfico aéreo en un aeropuerto local. Debido a la naturaleza de mi empleo hacía distintos turnos y eso me permitía tener cierto tiempo libre. En aquella época, el terrorismo que sufría irlanda del norte había comenzado a aumentar considerablemente. A consecuencia de los bombardeos y disparos que se producían, el gobierno creó una Policía de Reserva de Medio tiempo, para ayudar a la Policía Real del Ulster. Aunque estaba muy consciente del peligro, puesto que uno de mis vecinos que era oficial de policía había sido asesinado por el IRA, sentí que era mi obligación ofrecer parte de mi tiempo libre en servicio del país y ful aceptado en la Reserva.

Me asignaron a una estación de policía cercana a mi casa en una parte de Belfast relativamente pacífica, aunque ya había sufrido varios incidentes con bombas. No obstante, no estaba demasiado preocupado por mi seguridad. Siempre me había gustado el Salmo 91, versículo 3, que dice: "Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora", y luego dice en el versículo 10: "No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada". También tenía la certeza de que el mal no es el amo del bien y que, como Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud, "Si estás revestido de la panoplia del Amor, el odio humano no puede tocarte" (pág. 571). Después me enteré de que las oraciones de mi esposa eran aún más intensas. Cada vez que me ponía el uniforme y salía rumbo al trabajo, ella se esforzaba por conocer la Verdad para protegerme. Siempre oramos por nosotros teniendo en cuenta a la comunidad y a las demás personas.

En una ocasión, terminé mi turno a las 11 de la noche y me relevó un colega, quien me acompañó y cerró la puerta de la estación de policía cuando salí. Me quedé por algún tiempo charlando con él a través de la barrera de seguridad, parado directamente entre él y la calle. De pronto se escucharon los disparos de un arma automática, me di vuelta y vi los fogonazos de los disparos que venían hacia mí desde un automóvil en la carretera, a menos de 6 metros de distancia. Estaba atrapado, no podía volver a entrar a la Estación de Policía, sólo podía avanzar hacia los atacantes. El auto aceleró y se alejó del lugar. De pronto me di cuenta de que mi colega estaba en el suelo herido, ya que había recibido varios disparos. Lo inexplicable fue que aunque mi cuerpo lo estaba protegiendo de las balas que provenían de la calle, pasándome a pocos centímetros, al ponerme de costado para ver lo que ocurría, ninguna de ellas me había tocado afortunadamente, el otro oficial se recuperó totalmente de las heridas recibidas.

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