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El Rincón Postal

Del número de abril de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estimada Redacción:

Hace poco, atravesaba por una crisis depresiva bastante fuerte, con una dosis de tremenda inseguridad en el futuro. Por momentos pensé que todo había terminado para mí. Mi hermana, en ese momentos unida al padre de sus hijos, tomó una decisión que se convirtió en una ruptura casi total con los vínculos familiares.

Jamás imaginé que un libro pudiese transformar la vida de la gente...

Entonces, un día, entré en una Sala de Lectura de la Christian Science para saludar a otra amiga que trabaja allí. Ella, bondadosa y comprensiva, con palabras amables y una gentileza sin igual, atendió mi ruego y escuchó mi relato, el cual le pareció sumamente crudo y una carga demasiado fuerte para soportarla yo solo.

Si bien soy católico converso (de hecho pertenezco a la Tercera Orden del Carmelo Seglar) y se lo hice saber, me prestó un ejemplar de Ciencia y Salud que había en la librería. Esa misma noche inicié la lectura. A medida que iba avanzando, comenzaron a operarse en mí una serie de cambios importantes. Exactamente a los quince días el problema que antes me parecía imposible se pudo solucionar. Mi hermana decidió separarse definitivamente de su pareja, y en un estado bastante lamentable llegó a casa de la única familia que nos queda en mi país. Mi prima y su esposo, viendo la situación en que se encontraba, la acogieron con mucho amor y la invitaron a quedarse. Aunque la casa es pequeña, le ofrecieron espacio para vivir y desarrollarse. Donde antes, sin querer, había habido maledicencia, envidia, ignorancia, formas prosaicas de vida y comportamientos estúpidos, se abrió paso a la comprensión, el amor, el conocimiento de la Verdad y un sentido de familia que no ha dado un paso atrás.

Todo esto se lo debo a Ciencia y Salud. Jamás imaginé que un libro pudiese transformar la vida de la gente de la forma que lo ha hecho éste, y de la forma que yo he podido comprobar. Me siento feliz con lo que he logrado.

Hoy, he decidido, a pesar de mis cuarenta y dos años, ser artista. Y lo voy a lograr. Iniciaré una serie de cursos hasta convertirme, poco a poco, en director, productor, guionista y animador de espectáculos musicales.

Mi hermana, gracias a Dios, ha cambiado mucho. La voz de soprano que recuperó durante este período de cambio en su vida, cobra nuevos aires, y yo espero lograr sacar la mía, a pesar de ser hipoacústico. Crecí entre luces, escenarios, bambalinas, tramoya, y no puedo permitir que la vida pase y no estar presente allí. Dios me pondrá delante, con Su ineludible actuación, la ayuda que me permitirá alcanzar tan nobles objetivos.

Espero que me perdonen por el exceso de palabras y de alegría. Es tanta, que decidí trasmitírsela a ustedes también.

Me despido con una bendición y un hasta pronto,


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