En una oportunidad, me vi frente a una situación donde parecía reinar el terror y las alternativas para alcanzar una resolución pacífica eran limitadas. Esto ocurrió cuando trabajaba en la isla de Santa Cruz, parte de las Islas Vírgenes, en la industria hotelera. En dicha ocasión me encontraba con unos clientes participando en una actividad que incluía cena y baile. El restaurante, donde disfrutábamos del ritmo de instrumentos de percusión, se encontraba en la playa.
En medio de la cena en la terraza al aire libre de pronto percibí que algo se movía en la oscuridad de la playa. Rápidamente me di cuenta de que varios hombres enmascarados, cargando escopetas de caño recortado, se aproximaban sigilosamente al restaurante. La oscuridad nocturna había escondido su avance desde la playa.
El terror que sentí en ese momento quiso paralizarme. En seguida, como en una pesadilla, escuché los gritos de los turistas y también los disparos de las escopetas. Todo ocurrió muy rápidamente, pero al mismo tiempo todo parecía moverse con mucha lentitud. Las personas a mi alrededor reaccionaron de formas diferentes. Algunos se echaron al suelo, otros corrieron a esconderse detrás de los arbustos y árboles que había alrededor de la terraza.
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