Mis abuelos paternos eran originariamente de un pueblo cercano a Beirut, en el Líbano. Por lo tanto, de niña, tuve cierto contacto con la cultura libanesa. Cuando era adolescente, y ya de adulta, me gustaba hablar de mis abuelos con mi padre.
Él estaba muy orgulloso de sus orígenes, y le encantaba mostrarme las palabras que conocía en árabe. En varias ocasiones me dijo que soñaba con visitar el Líbano y luego, como era un cristiano devoto, seguir camino a Jerusalén, para ir por los caminos que Jesús había recorrido.
Hoy, debido a los ataques terroristas, muchas personas han dejado de visitar esa región. Sin embargo, en noviembre de 2003, mi amigo Sidney Fiarman y otros 364 bostonianos de las Filantropías Judías Combinadas, decidieron pasar unos días en Israel. Sidney es un judío-estadounidense a quien le encanta la cultura judía. Tanto es así que quería expresar solidaridad a ese país y al pueblo que está sufriendo las terribles consecuencias del terrorismo. Me contó que el estándar de vida de la población ha caído aproximadamente en un 15% debido a que la economía ha sido afectada por la disminución del turismo.
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