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Artículo de portada

¿Qué hacer para combatir el terrorismo?

Del número de abril de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mis abuelos paternos eran originariamente de un pueblo cercano a Beirut, en el Líbano. Por lo tanto, de niña, tuve cierto contacto con la cultura libanesa. Cuando era adolescente, y ya de adulta, me gustaba hablar de mis abuelos con mi padre.

Él estaba muy orgulloso de sus orígenes, y le encantaba mostrarme las palabras que conocía en árabe. En varias ocasiones me dijo que soñaba con visitar el Líbano y luego, como era un cristiano devoto, seguir camino a Jerusalén, para ir por los caminos que Jesús había recorrido.

Hoy, debido a los ataques terroristas, muchas personas han dejado de visitar esa región. Sin embargo, en noviembre de 2003, mi amigo Sidney Fiarman y otros 364 bostonianos de las Filantropías Judías Combinadas, decidieron pasar unos días en Israel. Sidney es un judío-estadounidense a quien le encanta la cultura judía. Tanto es así que quería expresar solidaridad a ese país y al pueblo que está sufriendo las terribles consecuencias del terrorismo. Me contó que el estándar de vida de la población ha caído aproximadamente en un 15% debido a que la economía ha sido afectada por la disminución del turismo.

El grupo, cuyo viaje había sido en parte subvencionado, partió de Boston en autobús rumbo a la ciudad de Nueva York, y de allí tomaron un vuelo directo a Israel. Llegaron a Jerusalén por la noche. A la mañana siguiente, a las 6, Sidney decidió salir a correr. Era un día hermoso y pensó que era maravilloso poder practicar su acostumbrado deporte por las calles de Jerusalén. En cierto momento se sintió preocupado por su seguridad, pero nada le ocurrió.

Acompañados de guías y guardias, también visitaron la ciudad de Haifa. Sidney ya la conocía porque hacía poco más de veinte años él había vivido allí con su esposa y sus dos hijas. Puesto que todas ellas son estudiantes de la Christian Science, la pareja pensó que era importante que todos ellos conocieran bien la cultura y las costumbres judías.

En Haifa, visitaron un grupo de judíos etíopes. En Israel viven alrededor de 100.000 de ellos, porque inmigraron para lograr el Aliya (la más alta elevación espiritual). Muchos necesitan que se les enseñe a leer y escribir mientras aprenden la lengua hebrea. A fin de hablar con ese grupo era necesario que alguien tradujera del amárico (idioma de Etiopía) al hebreo y luego al inglés.

Cualquiera sea el nombre que le demos, todos somos hijos de Dios.

Fue en Haifa que Sidney vivió el momento más conmovedor de su viaje. Fueron al Restaurante Maxims, un lugar muy especial cuyos dueños son dos familias, una árabe y otra judía. Un mes antes de la visita el restaurante había sido el blanco de un ataque terrorista en el que murieron veintiuna personas. El grupo visitante vio parte de la reconstrucción del restaurante y participó en un servicio fúnebre en honor de las víctimas. Uno de los dueños dijo que "se habían perdido vidas muy valiosas", y se sentía muy conmovido por ello. No obstante el incidente ha fortalecido los lazos entre las dos familias, quienes creen en una unión pacífica.

De camino a Zipporri, una antigua e histórica comunidad judía donde se escribió el primer comentario bíblico (Mishná, alrededor de 200 DC), el grupo vio parte de la controversial pared que separará la Margen Occidental de Israel.

Después de viajar durante una semana, la mayor parte del grupo regresó a los Estados Unidos sintiendo un compromiso mucho mayor de ayudar a su prójimo.

No obstante, Sidney, se quedó para visitar a sus familiares. Viajando en cinco Jeeps, él y sus parientes de Galilea, una hermosa región al norte de Israel, visitaron muchas ciudades y pueblos, y recorrieron la frontera con el Líbano. Desde allí pudo ver las hermosas colinas libanesas. Ocasionalmente, la preocupación por la seguridad desviaba su atención del hermoso entorno que lo rodeaba. Sin embargo, nada ocurrió. Sidney mencionó que en su mayoría la gente no piensa en el terrorismo. Al término de nuestra conversación una pregunta quedó en el aire: "En esa área hay árabes cristianos y árabes musulmanes, entonces ¿por qué no hay árabes judíos?"

Y esto me hizo pensar: ¿Por qué los irlandeses católicos y protestantes no viven sin conflicto? ¿Por qué no esperar que los violentos ataques terroristas en Europa, Asia y las Américas terminen? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros al respecto? Estoy segura de que toda persona interesada en este tema puede encontrar maneras eficaces de contribuir a terminar con la violencia y alcanzar la paz entre las naciones. Después de todo, todos somos los hijos del mismo Dios, no importa qué nombre le damos, qué religión profesamos, el color de nuestra piel, o el país en que nos encontramos. Es el estar consciente de la existencia de este único Dios lo que produce un efecto positivo. Es por eso que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud: "Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo...'" (pág. 340).

Todos tenemos la capacidad de amar y actuar de acuerdo con el Amor porque somos Su imagen y semejanza. Y mi oración es que todos, israelitas, palestinos, árabes, musulmanes, cristianos y otros habitantes de nuestro planeta, se sientan tan imbuidos de este Amor que puedan encontrar soluciones que traigan paz, felicidad y justicia para todos.

Y esta oracion me da la esperanza de poder caminar en paz por las calles de Beirut y Jerusalén, viajar por los caminos que Jesús recorrió un día, y de este modo, cumplir el sueño de mi papá, recordándolo con afecto y alegría.

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