Hace casi 20 años sufría de una afección renal, debido a la cual me habían operado varias veces para extraerme cálculos de los riñones. Según los médicos, la condición era hereditaria (mi abuela había sufrido de lo mismo) por lo que tendría que aprender a vivir con el problema. También me diagnosticaron sinusitis aguda y me encontraron manchas en los pulmones, que me advirtieron podían llegar a ser tuberculosis.
Una mañana me desperté con un severo dolor de garganta. Al llegar a la oficina de mi empleo temporario, no podía hablar, por lo que tuve que escribir para hacerme entender. Ingerí bebidas tibias, tales como sopa y té, para aliviar mi garganta, pero el dolor persistía.
De pronto recordé que había una Sala de Lectura de la Christian Science cerca de mi oficina. Como nunca antes había estado en ese lugar, decidí visitarlo y ver cómo era. Tampoco conocía el libro Ciencia y Salud, aunque había hojeado algunos ejemplares del Sentinel. Comencé a leer el capítulo titulado "La oración" y llegué a la página 14, donde leí: "Estad conscientes por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales — que no están en la materia ni proceden de ella — y el cuerpo no proferirá entonces ninguna queja". La declaración siguiente llamó mi atención: "Si estáis sufriendo a causa de una creencia en la enfermedad, os encontraréis bien repentinamente".
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