El año pasado, iba manejando para asistir a una reunión, cuando noté una nube pequeña; era ligera, recta y se extendía muy alto en el cielo a través de todas las otras nubes que había alrededor. Era una mañana con mucha humedad, y en la periferia de mi visión pude ver una nube oscura, plomiza, que indicaba las fuertes lluvias que habían pronosticado. Pero allí, justo frente a mí, reflejando los dispersos rayos de la luz del sol, había una hermosa columna blanca que parecía hacerme señas para que siguiera avanzando; representaba una idea de Dios mostrándome el camino que tenía por delante.
De inmediato, con una sensación de paz, me recordó la travesía de los hijos de Israel, y cómo “Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino” (Éxodo 13:21). Me impresionó sentir que la hermosa nube que tenía delante realmente era un recordatorio de que Dios me estaba guiando a lo largo del camino. Era como un mensaje angelical que aparecía en respuesta a las oraciones que había hecho recientemente, dándome el luminoso aliento de no sentirme intimidada por la deprimente oscuridad de los pensamientos llenos de temor que me abrumaban.
Tan claro como si hubiera hablado una voz, comprendí que este era un empujoncito suave para que simplemente siguiera la guía de Dios.
A veces, puede que sintamos que estamos avanzando por nuestro camino a través de una desalentadora llovizna de expectativas, problemas familiares, presiones económicas o preocupaciones por la salud, que nos hacen sentir abrumados por la oscura nube de temor que cierne sobre nosotros.
Pero realmente no necesitamos sentirnos así.
La Biblia es una fuente maravillosa de esperanza, llena de promesas que son una evidencia del incesante cuidado que Dios nos brinda a todos. Dicho cuidado se hace evidente cuando estamos dispuestos a escuchar y a poner nuestra confianza en Su benevolencia. Cuando Rut necesitaba un apoyo afectuoso, recibió esta seguridad en Booz: “Ahora pues, no temas, hija mía; yo hare contigo lo que tú digas” (Rut 3:11). Y cuando estaba rodeado de un enorme ejército enemigo, Eliseo pudo consolar a su criado: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (2 Reyes 6:16).
Todo temor persistente desaparece cuando cedemos a la Mente única que todo lo sabe, y permitimos que esta Mente nos guíe y nos apoye a cada paso del camino.
Muchas promesas bíblicas que hablan del apoyo y la guía divina incluyen ese mandato afectuoso e inexorable: “No temáis”. Estas no son promesas vacías basadas en una forma de pensar ingenua y ansiosa. Están acompañadas por una seguridad autoritaria respaldada por resultados prácticos y sanadores. La vida de Rut fue bendecida con fertilidad y compañía afectuosa. Eliseo y su criado estuvieron a salvo del enemigo de la forma más pacífica, sin derramamiento de sangre y con el resultado de que en aquella época “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel” (2 Reyes 6:23).
Una de las promesas más amorosas de la Biblia vino de Cristo Jesús, cuya vida expresó y demostró activamente al Cristo sanador. Él alentó a sus seguidores: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Podemos sentirnos alentados con esto y confiar en que hay una buena razón para “no temer”, encontrando aliento y esperanza en el conocimiento de que a Dios “le ha placido” cuidar de nosotros, guiarnos y mantenernos a salvo y seguros en el reino, que Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, describe como “… el reino de los cielos, el verdadero reino de la armonía en la tierra” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 122).
Rut, Eliseo y Jesús demostraron la manifestación del bien armonioso, y nosotros también podemos experimentar la naturaleza real, práctica y demostrable de esa armonía celestial —el “verdadero reino de la armonía en la tierra”— cuando nos volvemos a Dios de todo corazón y sincera confianza, basada en nuestra comprensión de nuestra indestructible relación con nuestro Padre-Madre Amor. Todo temor persistente o tentación de sentirse ansioso o fuera de control, desaparece cuando cedemos a la Mente única que todo lo sabe, y permitimos que esta Mente nos guíe y nos apoye a cada paso del camino. Como escribe la Sra. Eddy: “…aquello que procura salvar, sanar y librar, te guiará, si buscas esta guía” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 150).
Cuando vi esa gloriosa columna de nube, yo estaba llegando tarde, debido a correos electrónicos urgentes que sentí que debía responder antes de salir. Iba a asistir a una reunión que me hubiera gustado evitar, ya que sentía que estaba demasiado ocupada como para pasar tiempo manejando alrededor del condado y asistiendo a reuniones. Me sentía abrumada, temerosa de no poder cumplir con toda mi carga de trabajo. Sin embargo, guiada por el consejo de una amorosa amiga, estaba tratando de no obstruir mi mente con preocupaciones, sino sentirme, en cambio, agradecida y receptiva a todo el bien que había en mi vida, sabiendo que este bien está en Dios y es de Dios, y es el flujo natural del Amor divino. Yo estaba de hecho orando para “no temer”, trabajando para eliminar todo sentimiento de temor mediante el entendimiento y la demostración de mi identidad y propósito como hija de Dios.
Orando, acallé el clamor de la mente mortal. Es decir, enfrenté la validez de los pensamientos materiales que parecían venir de una mente aparte de la Mente divina, Dios. En lugar de tener temor de ser “detenida” o demorada, me esforcé por invertir este pensamiento y ver cómo mi armoniosa relación con Dios estaba, de hecho, sosteniéndome. Oré para percibir que este viaje era una oportunidad para encontrarme con una colega a la que apreciaba y compartir ideas con ella. No pensé que el viaje era una pérdida de tiempo, sino un período en el cual yo podía orar para no reaccionar a las presiones humanas. Estaba “buscando la guía” de Dios.
La columna de nubes iluminada por el sol era una respuesta a esas oraciones; ideas correctas estaban iluminando el camino por delante y ayudándome a comprender que “este desarrollo es el día de Dios” y “no habrá allí más noche” (Ciencia y Salud, pág. 584). A medida que somos receptivos a la guía espiritual, “este desarrollo” trae a nuestra consciencia el amanecer de la verdad, dentro del cual “no hay noche”, no hay nubes oscuras, no hay pensamientos de preocupación, y definitivamente no hay temor.
Al final de mi viaje, la persona con quien debía encontrarme fue muy agradable y estuvo muy contenta de tener más tiempo para terminar el trabajo. La reunión fue muy buena, y acabó temprano, lo que me permitió hacer varias tareas antes de emprender el regreso a casa.
En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy escribe: “Los ángeles son pensamientospuros de Dios, alados con Verdad y Amor, sin importar cuál sea su individualismo” (pág. 298). Aquel día, una columna de nube había inspirado pensamientos angelicales que me ayudaron a mantenerme quieta, liberándome de la ansiedad y demostrando que la guía de Dios es tan confiable y pertinente y está tan disponible para nosotros ahora, como estuvo para los hijos de Israel en las épocas bíblicas.
