El año pasado, iba manejando para asistir a una reunión, cuando noté una nube pequeña; era ligera, recta y se extendía muy alto en el cielo a través de todas las otras nubes que había alrededor. Era una mañana con mucha humedad, y en la periferia de mi visión pude ver una nube oscura, plomiza, que indicaba las fuertes lluvias que habían pronosticado. Pero allí, justo frente a mí, reflejando los dispersos rayos de la luz del sol, había una hermosa columna blanca que parecía hacerme señas para que siguiera avanzando; representaba una idea de Dios mostrándome el camino que tenía por delante.
De inmediato, con una sensación de paz, me recordó la travesía de los hijos de Israel, y cómo “Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino” (Éxodo 13:21). Me impresionó sentir que la hermosa nube que tenía delante realmente era un recordatorio de que Dios me estaba guiando a lo largo del camino. Era como un mensaje angelical que aparecía en respuesta a las oraciones que había hecho recientemente, dándome el luminoso aliento de no sentirme intimidada por la deprimente oscuridad de los pensamientos llenos de temor que me abrumaban.
Tan claro como si hubiera hablado una voz, comprendí que este era un empujoncito suave para que simplemente siguiera la guía de Dios.
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