Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Para liberarse de la tristeza

Del número de noviembre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 25 de septiembre de 2017 como original para la Web.


Cuando fallece un ser querido, puede ser muy difícil superar la pena. Sin embargo, muchos han descubierto que, a través de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, la tristeza puede ser sanada totalmente y por completo, ya sea que sea necesario orar con persistencia o suceda con rapidez. He aprendido esta lección por medio de varias experiencias que he tenido.

Hace muchos años, perdí una amiga cercana y tuve la necesidad de sentir la ternura afectuosa de Dios. Pasé varias noches en la biblioteca pública leyendo libros que describían lo que podría ocurrirle a la gente después de su muerte. Me sentí muy insatisfecho con esa lectura; todo parecía muy misterioso y confuso.

Entonces un amigo de la iglesia me sugirió que estudiara referencias de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy, que incluían la palabra vida, y reflexionara sobre lo que estos escritos pueden enseñarnos acerca de la vida y la existencia. Empecé a estudiar y me esforcé, en particular, por comprender mejor la Vida divina, Dios. Además, leí artículos y testimonios en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana sobre cómo superar la pena, los cuales fueron también de gran ayuda.

Mediante este estudio empecé a aprender que podía ver a mi amiga mentalmente envuelta en el amor imparcial de Dios, en vez de ceñir mis pensamientos acerca de ella con sentimientos de pesar y tristeza. Necesitaba entender que mi amiga era por toda la eternidad la idea espiritual y amada de Dios, por siempre viva en la Vida. Aun ahora, ella existe en su unicidad con nuestro Padre-Madre Dios. 

Siempre que me venían sentimientos de separación o soledad, oraba para superar esos sentimientos afirmando esta verdad absoluta de que nadie puede estar nunca separado de Dios, porque cada uno de nosotros es el reflejo de Dios.

Dios, nuestro Padre-Madre, no nos deja sin esposa, sin marido, sin madre, sin padre o sin amigo.

Un día, leí la siguiente promesa de Cristo Jesús: “No os dejaré huérfanos” (Juan 14:18). Pasé un tiempo reflexionando sobre este versículo, y me di cuenta de que Dios, nuestro Padre-Madre, no nos deja sin esposa, sin marido, sin madre, sin padre o sin amigo. El bien de esas relaciones expresa el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros por ser Sus hijos; es un amor que se nos brinda constantemente aquí y de aquí en más, ahora y siempre, el cual encuentra nuevas formas de expresión en nuestras vidas a medida que cambian las circunstancias.

Esta nueva forma de ver la bondad de Dios me liberó del cilicio de la tristeza y la pena. A partir de ese entonces, mis días estuvieron llenos de un entendimiento más amplio de mi relación con Dios, y del amor de Dios por mí y por todos. Gradualmente, fui sanando de la tristeza.

Sin embargo, más recientemente, cuando estaba tomando mi hora de almuerzo en el trabajo, recibí un correo electrónico de un amigo informándome que una amiga mutua muy cercana había fallecido. Rompí a llorar, abrumado por un profundo sentimiento de dolor. Muy pronto, decidí llamar a su esposo. 

Cuando respondió el teléfono, estaba a punto de darle mis condolencias, cuando me dijo: “Mi esposa hoy está viva”. ¡Entonces le pasó el teléfono a su esposa, y ella me empezó a hablar! Nunca olvidaré cuán impresionado y emocionado me sentí al escuchar su voz.

Muy pronto descubrí que el amigo que me había enviado el correo inicial había confundido el apellido de la persona que había fallecido, y sin intención me había informado mal. Cuando me enteré de que mi amiga estaba viva, toda la pena que había sentido simplemente desapareció. Me di cuenta de que mi pena era el resultado directo de un malentendido, así que era innecesario sentirme afligido.

Esto me demostró la verdad de un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, donde Mary Baker Eddy habla acerca de cómo “un mensaje disparatado, anunciando equivocadamente la muerte de un amigo”, ocasiona la misma tristeza que si el amigo hubiera realmente fallecido. Más adelante concluye diciendo: “Si un Científico Cristiano hubiera dicho, mientras padecías bajo la influencia de la creencia en el pesar: ‘No hay causa para tu pesar’, no lo habrías comprendido, aunque la exactitud de la aserción te hubiera sido comprobada más tarde. Así pues, cuando nuestros amigos desaparecen de nuestra vista y nos lamentamos, esa lamentación es innecesaria y sin causa. Nos daremos cuenta de que esto es cierto cuando crezcamos en la comprensión de la Vida y sepamos que no existe la muerte” (págs. 386–387).

Poco después de recibir la noticia falsa del fallecimiento de mi amiga, me enteré de que otros queridos amigos, que habían sido parte importante de mi vida durante muchos años, en verdad habían fallecido. No obstante, esta vez no me embargó la tristeza y el dolor, porque yo había crecido espiritualmente y aprendido lecciones sobre la irrealidad de la muerte y que la tristeza era innecesaria. Había aprendido que si podemos comprender claramente que aquellos que han fallecido continúan y están resolviendo su salvación con Dios, entonces no hay razón para estar triste, aunque no podamos comunicarnos con ellos.

Además, como nos asegura la Sra. Eddy en Escritos Misceláneos 1883–1896, podemos saber que volveremos a ver a nuestros seres queridos que han partido. Ella escribe: “Cuando hayamos pasado por la rigurosa prueba llamada muerte, o destruido este último enemigo, y llegado al mismo plano de existencia consciente de aquellos que se han ido antes, entonces podremos comunicarnos con ellos y reconocerlos” (pág. 42).

¿Nos estamos preparando para esta feliz reunión? Esta preparación no tiene nada que ver con la espera; simplemente significa crecer en nuestro entendimiento espiritual ahora. Este puede ser un tiempo para crecer, y vivir, en la comprensión de nuestra verdadera naturaleza espiritual y la de todos, que por toda la eternidad no puede ser tocada por la muerte. A medida que oramos activamente cada día para embeber la consciencia de la Vida divina, podemos discernir con más claridad que el hombre es inseparable de Dios. No estamos trabajando solos en este empeño. Dios nos envía Sus mensajes angelicales, como continúa haciendo con nuestros seres queridos, dondequiera que estén. Nuestra comunión espiritual con Dios nos capacita para percibir estos mensajes angelicales y ser reconfortados, y sanados de la tristeza, ahora mismo.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2017

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.