Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

La bondad de Dios disipa las tinieblas

Del número de noviembre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 14 de septiembre de 2017 como original para la Web.


Cuando tenía treinta y tantos años, mi madre y mi suegra, dos personas muy queridas en mi vida, fallecieron con muy pocos días de diferencia una de otra. La tristeza me hizo flaquear y sentí que las tinieblas me abrumaban. Me sentí huérfana, privada del amor incondicional que estas dos mujeres me habían expresado. 

Pero amo la Biblia, y sabía que requiere de nosotros que miremos más allá del sentido humano de las cosas, y tengamos fe en Dios y en el papel que cumple en nuestra vida; es decir, comprender que Dios es la fuente de todo el bien. También había aprendido que esta bondad divina es la verdad de nuestra experiencia, en la cual la felicidad y la salud son nuestra condición normal.

El salmista nos da una vislumbre de que la comprensión de esto puede superar una sensación de desesperación; él cuestiona: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí?” Y luego aconseja y nos asegura: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Salmos 42:11). Oré y exploré otros pasajes de la Biblia para ver si podía averiguar más acerca de cómo la bondad de Dios era una presencia salvadora. ¿Podía acaso esa presencia reemplazar la oscuridad mental que yo sentía, con consuelo y alegría?

La comprensión espiritual de que Dios es la fuente de todo el bien invierte lo que los sentidos materiales tratan de presentar como circunstancias tristes.

En sus numerosas obras sanadoras, Cristo Jesús probó que comprender la bondad de Dios tenía efectos inmediatos y prácticos. Una y otra vez, probó la verdad de su declaración: “El reino de Dios se ha acercado”, y “dentro de vosotros está” (véanse Marcos 1:15 y Lucas 17:21, según versión en inglés, respectivamente). Y durante este tiempo de búsqueda y oración, me di cuenta de que mi creciente comprensión del amor y la bondad de Dios estaba poniendo mi experiencia más en línea con la Verdad divina y probándome la omnipresencia del reino de Dios.

En un poema titulado “Satisfecho”, la Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribió: “¡Sentidos ciegos, idos ya! / pues bueno es Dios” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 162, traducción © CSBD). Una idea que realmente me ayudó a elevarme de mis “sentidos ciegos” fue el hecho de que el bien que mi madre y mi suegra expresaban —amor, amabilidad, alegría y generosidad— no tenían su origen en ellas mismas personalmente, sino que eran atributos de Dios que ellas expresaban de manera natural por ser hijas de Dios. Y, puesto que la fuente del bien era únicamente divina, el consuelo y el amor nunca podían perderse porque esas cualidades espirituales son eternas, constantes y confiables. Vi más claramente cómo aquellos que me rodeaban —mi esposo, amigos y vecinos— con frecuencia expresaban esas mismas cualidades afectuosas y maternales. A medida que mi percepción del amor de Dios fue en aumento, esos “sentidos ciegos” desaparecieron por completo o, como me gusta decir, “se fueron”.

La comprensión espiritual de que Dios es la fuente de todo el bien invierte lo que los sentidos materiales tratan de presentar como circunstancias tristes. Nos volvemos receptivos para ver más de la bondad de Dios expresada a nuestro alrededor, y la gratitud y la alegría se vuelven algo instintivo.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2017

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.