La Ciencia Cristiana fue la única religión que aprendimos y practicamos en mi familia de cinco hermanos. Vivíamos en el Territorio de Hawai, en la isla de Hawai, y teníamos una Sociedad de la Ciencia Cristiana activa.
Cuando tenía dieciséis años, se me paralizó una pierna y permanecí inmóvil y postrada en cama varias semanas durante el verano. La mujer encargada de la limpieza me cuidaba durante el día, mientras mi mamá trabajaba a tiempo completo como Bibliotecaria de la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, en el centro de la ciudad. Pedimos ayuda por medio de la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana en Honolulú. En aquel entonces, la única forma de comunicarnos con ella era por carta, que podía enviarse por barco dos veces a la semana.
Mi madre me cuidaba cuando regresaba del trabajo, y a diario me leía la Lección Bíblica semanal de nuestro Pastor de la Ciencia Cristiana, la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy. Un día, al llegar a casa, me dijo: “Toma, a tí te gustan las biografías. Lee este libro de Sybil Wilbur sobre Mary Baker Eddy”.
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