Una verdad maravillosa que es primordial en la práctica de la curación por medio de la Ciencia Cristiana, es que la creación de Dios, incluso el hombre, es espiritual y eterna. Por lo tanto, es completa. Siempre lo ha sido, lo es ahora y siempre lo será. ¡Y eso es todo! Nada puede perderse, nada puede añadirse. El hecho es que la eternidad no incluye ningún momento en el cual pueda haber supresiones o añadiduras.
No obstante, el universo de Dios no es estático y donde nada ocurre; tampoco carece de movimiento o vitalidad. El Dios único que es todo-acción, creó un universo activo. En esta grandiosa realidad eterna de la existencia, las ideas individuales se mueven por sus canales apropiados, interactúan de manera armoniosa y se bendicen unas a otras en la atmósfera del Amor infinito.
El universo espiritual de Dios también es enteramente bueno. La mente carnal y mortal —la supuesta mentalidad que insiste en que todo es material— nos engañaría alegando que vivimos en un mundo basado en el tiempo en el cual la enfermedad, el pecado, la muerte y la destrucción tuvieron autoridad en el pasado, la tienen hoy y la tendrán en el futuro. Pero en la gran eternidad de la bondad de Dios el mal no existe, por lo tanto, no puede operar o tener autoridad. ¡Podríamos decir que Dios no tiene tiempo para esas cosas!
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