El título de este artículo es del poeta, conferenciante y ensayista Ralph Waldo Emerson, del siglo XIX. Es una perspectiva muy perspicaz, ¿no es cierto? Es considerar que no somos en realidad como nos vemos físicamente, lo que comemos, cómo nos vestimos o cómo ha sido nuestra experiencia de vida, sino que somos lo que pensamos durante todo el día.
Sin duda, tiene mucho sentido hacer el esfuerzo de estar alerta y mejorar sinceramente cada uno de nuestros pensamientos. Lamentablemente, cuanto más ocupada se vuelve nuestra vida social, y más nos centramos en nuestras búsquedas materiales, más terminamos por descuidar, de hecho, nuestras reflexiones interiores y más importantes. Ansiosos por tomar un atajo para resolver las cosas lo más rápido posible, tal vez abandonemos las grandes oportunidades que tenemos dentro de nosotros mismos; oportunidades para pensar profundamente e incluso orar.
La oración con frecuencia empieza con el reconocimiento de la amorosa presencia de Dios. Dios, quien como enseña la Ciencia Cristiana es la Mente divina, es completamente bueno, está a cargo de todo, y desborda de amor y pensamientos inspiradores. Mucho más allá de la musa mitológica de las épocas clásicas, la Mente divina es siempre la inteligencia infinita y una presencia eternamente activa.
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