Hace unos meses, estaba mirando la televisión la primera noche del intento de golpe en Turquía. El caos, la ira, los tiroteos, las bombas, las miles de personas que gritaban —tanto a favor como en contra del golpe— era realmente un alboroto peligroso, y me compadecí mucho de todos aquellos que estaban atrapados en eso, de ambos lados.
Apagué la televisión para orar por un rato. Luego abrí la Biblia en un pasaje que me vino al pensamiento: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos” (Salmos 2:1-4).
Mientras lo leía, sentí algo de lo que imparte el poder supremo de Dios, y de la impotencia de todo aquello que protestaría contra Dios, aquello que se esforzaría por imponerse como ego, personalidad o poder aparte de Dios. Lo que me inspiró fue la verdad de que el panorama completo de muchas mentes en conflicto era esencialmente inválido, y carecía de poder ante lo que la Biblia nos enseña acerca de Dios, puesto que era un rechazo descarado de la supremacía de Dios y del gobierno armonioso.
La Biblia se refiere a Dios como “YO SOY” (Éxodo 3:14). En la Ciencia Cristiana esto es más que simplemente un nombre. Se considera que es el Ego divino e infinito, que siempre está afirmando su bondad, unicidad y armonía. La Biblia también señala que Dios es la Mente que cumple Su voluntad divina sin duda ni oposición. Por ejemplo: “Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar?” (Job 23:13). Sabiendo que Dios es el bien, pude ver que Su voluntad —expresada en Su ley y gobierno que todo lo abarca— es también buena; y si la humanidad comprendiera lo suficiente la unicidad de la Mente, habría como resultado una mayor unidad en la tierra, más armonía, cooperación, justicia y bienestar.
No hay sino un único Yo, o Nosotros, un único Principio divino, o Mente, que gobierna toda existencia.
Cuando terminé de orar, tenía una percepción más elevada de lo importante que es para el bienestar del mundo entender mejor el Ego único, Dios, y la verdadera naturaleza del hombre, que es la expresión de Dios. La unidad y la sabiduría en los asuntos humanos en realidad no pueden sustentarse sobre una base material, puesto que las características esenciales de esta percepción de la vida son la división y el error: la división de muchas mentes y muchos egos, y el error de que la vida y la mente son materiales y, por tanto, están separadas del único Dios, el Espíritu divino infinito que gobierna toda realidad.
Un error, o equivocación, en cualquier aspecto de la experiencia en general suele causar problemas. Uno de los resultados del concepto erróneo de que la vida es material son las numerosas dificultades que vemos en los gobiernos humanos, como por ejemplo, la tiranía engendrada por la ambición desenfrenada, el ansia de poder, la avaricia y el temor. O en el extremo opuesto del espectro, el estancamiento y disfunción creadas por intereses políticos obstinados y conflictivos, y por el interés personal sin visión de futuro. El error de la materialidad también lleva a que gobiernos humanos normales a veces tomen decisiones equivocadas.
Como señala la Biblia de muchas maneras, la unidad, la sabiduría y la prosperidad se encuentran sobre la base de un Dios: un Principio divino, el Espíritu infinito, que lo gobierna todo en armonía. En el Glosario del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy ofrece esta definición de “Yo, o Ego”. Comenzando con los nombres para Dios, dice en parte:
“El Principio divino; el Espíritu; el Alma; la Mente incorpórea, infalible, inmortal y eterna.
No hay sino un único Yo, o Nosotros, un único Principio divino, o Mente, que gobierna toda existencia; el hombre y la mujer inalterados para siempre en sus caracteres individuales, al igual que los números que jamás se mezclan unos con otros, aunque están gobernados por un único Principio” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 588).
La infinitud no se expresa en lo finito. La imagen del único Ego, la Mente divina única, no son muchos egos finitos y separados, todos yendo en direcciones distintas, con sus propias voluntades, así como prioridades e intereses separados. Individualmente somos todos diferentes; jamás nos “mezclamos unos con otros”, jamás perdemos nuestra individualidad. Pero todos nosotros expresamos a Dios, por lo tanto, expresamos a la misma Mente y estamos “gobernados por un Principio único”. Y es así que todos expresamos el movimiento y gobierno ininterrumpido de la Mente, y estamos abrazados en el desenvolvimiento constante del propósito divino de la Mente. Bajo el gobierno de Dios, no son posibles los conflictos, los intereses encontrados, los obstáculos y los colapsos, porque la Mente jamás está en desacuerdo consigo misma; así que nosotros, como ideas espirituales individuales de Dios, jamás estamos en conflicto unos con otros. Ciencia y Salud nos orienta acerca de cómo orar sobre este tema: “Sé firme en tu comprensión de que la Mente divina gobierna, y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios” (pág. 393).
El sentido material de la vida no puede comprender a Dios o a Su gobierno supremo y armonioso. Así que es importante que cada uno de nosotros ore diariamente para elevarnos y apartarnos del sentido material de que los hijos de Dios son mortales, y tienen sus propias personalidades finitas.
Podemos darnos cuenta si estamos de acuerdo en gran parte con el sentido material. Por ejemplo, si estamos continuamente enamorados de la personalidad material, o si el tumulto del mundo nos deja conmocionados, indignados, con rabia o miedo. El antídoto para dejar de ser absorbidos por la personalidad es estar más conscientes de la verdadera individualidad: los hijos de Dios perfectos y amados, que expresan a la Mente única. El remedio para dejar de sentirnos conmocionados por los acontecimientos mundiales es elevarse más alto mentalmente por medio de la oración, y de esa manera poder discernir mejor la idea-Cristo, la verdadera idea de Dios y el hombre, que camina amorosamente por sobre las olas del sufrimiento humano y habla a nuestro corazón receptivo y anhelante.
Dos versos de un poema de Mary Baker Eddy expresan la promesa que nos espera cuando buscamos elevar espiritualmente nuestro pensamiento:
A Cristo veo caminar,
venir a mí
por sobre el torvo y fiero mar;
su voz oí.
Me asienta firme la Verdad
en roca fiel,
se estrella el bronco vendaval
en su poder.
(Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 397)
En una casa, la luz entra a través de las ventanas. En la “casa” donde vivimos juntos en este mundo, la luz del Cristo, la Verdad, llega a la humanidad por medio de la ventana individual de nuestros pensamientos espiritualizados y de nuestras vidas transformadas.
Cada día es una nueva oportunidad para orar a fin de tener mayor discernimiento espiritual y amor; para discernir con nuestro corazón y alma (el sentido espiritual) la unicidad de Dios, el bien; y luego ver al hombre como el efecto de Dios, que refleja la unidad y la sabiduría de la Mente, la bondad desinteresada del Amor, el orden, la integridad y la corrección del Principio divino. No debemos sentirnos desalentados si no cumplimos del todo con esto. ¿Quién de nosotros no se ha sentido así a veces? Pero nuestro sincero deseo de tener un pensamiento más espiritualizado está sostenido por el Amor divino, nuestro Padre-Madre, quien nos guía hacia ámbitos más elevados de entendimiento, a medida que trabajamos y oramos honesta y sinceramente.
Por medio de la influencia transformadora del Amor —vista en la actividad purificadora del Cristo, y en la operación imperativa de la Ciencia divina, el Consolador, que transforma nuestros pensamientos y los de otros— todo aquello que sea perjudicial para un gobierno sabio y justo, es puesto al descubierto por lo que realmente es. Más gente ve que es erróneo, algo que debe corregirse; y se empiezan a dar los pasos correctos para cambiarlo o eliminarlo.
Pero más importante aún es que el sentido espiritual naciente de la gente comienza a ver claramente que es irreal, pues la opresión, el caos, la confusión y el estancamiento, no tienen lugar en la creación de Dios. Esta percepción espiritual es fundamental, y es fundamental que oremos a menudo para que progrese este entendimiento en nosotros y en los demás, porque solo el reconocimiento de la irrealidad del mal puede destruirlo y apoyar con seguridad los esfuerzos humanos que traen la reforma.
No hay Ego aparte de Dios, y todo lo que Él ha creado es prueba de su gobierno sabio y armonioso. Al recurrir diariamente al Amor divino en busca de entendimiento e inspiración, nos sentimos renovados por la creciente percepción de la supremacía del Amor por sobre todas las cosas, y por la nada de aquello que “protestaría” en vano contra el Amor. El crecimiento constante en esta dirección ayudará a nuestro mundo.
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 31 de octubre de 2016.
Apareció primero el 30 de mayo de 2017 como original para la Web.