Querida familia de Iglesia:
Algo transformador ocurrió en el camino a un servicio religioso. Dos amigos se detuvieron para hablar con un hombre inválido que pedía dinero. Lo que le ofrecieron fue algo enteramente diferente: un nuevo sentido del poder espiritual que esos hombres habían hallado en las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús. Ese poder respondió a su necesidad como nada más lo había hecho, y como resultado, sanó de inmediato. Saltando con gran alegría, el hombre entró al templo con ellos para alabar a Dios.
Esta conocida historia de cuando Pedro y Juan se encontraron con el hombre lisiado a la entrada del Templo de Jerusalén (véase Hechos 3) no ha perdido nada de su significado contemporáneo. A pesar de todos los avances que ha hecho la sociedad en los últimos dos mil años, el corazón humano aún anhela encontrar alivio del sufrimiento generalizado y hallar aquello que realmente satisface. Al llevar adelante el descubrimiento y la práctica de la Ciencia Cristiana, nuestra Iglesia está singularmente preparada para satisfacer esa necesidad al responder —individual y colectivamente— a lo que el Espíritu está haciendo dentro de nosotros y alrededor de nosotros.
En la Asamblea Anual del año pasado, nos congregamos y genuinamente sentimos “la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 249). En posteriores reuniones regionales con los miembros, estamos escuchando ejemplos alentadores de esta renovación: un nuevo afecto y apoyo hacia los otros miembros, un renovado sentido de gratitud por los profundos recursos espirituales que tenemos como Iglesia, una fortalecida percepción de nuestra capacidad de responder a las necesidades de nuestras comunidades.
Esta renovación basada en el Espíritu e impulsada por el Espíritu, no nos conmueve solo por un instante y luego se desvanece. La misma transforma y continúa transformando. La Biblia lo resume hermosamente: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25). Ninguno de nosotros puede permanecer encadenado por formas de pensar y actuar materiales, limitadas y obsoletas. Así como el hombre de la puerta la Hermosa descubrió cuando su larga debilidad cedió y comenzó a caminar y a saltar, la vida tiene que vivirse cada día desde una perspectiva completamente diferente. Esta espiritualidad práctica es la demanda de nuestros tiempos. Y la Iglesia es nuestro punto natural de reunión al caminar juntos en el Espíritu. Cada uno de nosotros es esencial y todos nosotros somos necesarios en esta Causa santa que trae a la humanidad esperanza genuina.
Acompáñennos personalmente o por internet para la Asamblea Anual que tendrá lugar el 4 de junio de 2018, a fin de profundizar nuestro entendimiento de lo que significa verdaderamente vivir y andar en el Espíritu.
Con gran afecto,
La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana
Margaret Rogers, Robin Hoagland, Rich Evans, Scott Preller, y Allison W. Phinney
