Una mañana muy temprano me desperté alarmado con mucho ardor en el ojo izquierdo. Me levanté de la cama para tomar un poco de agua y noté que mi visión estaba distorsionada y borrosa.
Sabía, gracias a mi estudio de la Ciencia Cristiana, que no debía quedarme horrorizado “ante la nada” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 563), y sabía que la visión distorsionada era realmente nada, porque no venía de Dios. De acuerdo con la Ciencia Cristiana, la creencia en los sentidos materiales, incluso el sentido material de la vista, es nada porque es el opuesto del verdadero sentido espiritual de la vista, de la capacidad de “ver” y “percibir” del hombre y la mujer como reflejos de la Mente divina, o Dios. Quedarme horrorizado “ante la nada” hubiera sido estar atemorizado debido a la creencia en dos creaciones separadas —una material y otra espiritual— y aceptar que lo material es más verdadero o más real que lo espiritual. Sabía que la verdadera visión es una facultad de la Mente divina, y en realidad yo y la Mente divina, Dios, nunca podíamos estar separados, como tampoco podía yo tener ningún desequilibrio porque soy el reflejo de la Mente.
No obstante, sí me preocupó la posibilidad de no poder leer como Primer Lector al día siguiente en la reunión vespertina de testimonios de los miércoles en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Sentí la necesidad de pedir ayuda mediante la oración. Desperté a mi esposa, que es practicista de la Ciencia Cristiana, le expliqué la preocupación que tenía y le pedí que me apoyara con la oración.
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