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Cómo conocí la Ciencia Cristiana

Del “foso” de la adicción a estar sediento de obtener crecimiento espiritual

Del número de abril de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Comencé a beber alcohol antes de ser adolescente. Para cuando era un hombre joven, a fines de los años 60 y comienzos de los 70, era formalmente un alcohólico, además de tener el vicio de los narcóticos. No obstante, yo siempre oraba. No recuerdo exactamente cuándo adopté el hábito de orar. Pero siempre le pedía a Dios ayuda, protección y salud.

Vengo de una familia de gente marginada de las minas de carbón de Virginia Occidental, algunos de los cuales, incluido mi padre, habían hecho la migración de gente de color al norte. El trabajo que él realizaba todos los días como albañil de mampostería era abrumador. De manera que mi trabajo como reportero de un periódico era una gran cosa para mi familia, y fuente de mucho orgullo para mi papá. Cuando, con lágrimas en los ojos, me dijo que ver mi adicción era lo más difícil que había tenido que enfrentar, me sentí perturbado.

En un momento dado, decidí dejar de beber y entrar en rehabilitación, pero me aseguré a mí mismo de que podría drogarme una vez cada tanto, y que eso estaría bien. Un día, busqué una justificación racional para usar drogas nuevamente y tomé una sobredosis. Y en mi imaginación me encontré cayendo en un abismo, un pozo oscuro.

En aquella experiencia, Dios me habló. Yo siempre había hablado con Dios. pero esta vez fue diferente. En una comunicación más allá de los sonidos o las palabras, comprendí que la vida es un obsequio, y que yo estaba jugando al azar con ese obsequio. El poder sanador de Dios me conmovió. A partir de ese día, el gusto por las drogas y el alcohol desaparecieron, y nunca he experimentado ninguna recaída.

Empecé a trabajar para el legendario diario Baltimore Afro-American en sus oficinas en Washington. Todos los días cuando caminaba hacia el trabajo, recogía un ejemplar del Christian Science Monitor de la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Un amigo me había contado acerca del excelente periodismo de ese diario.

Estaba muy ocupado escribiendo ocho historias por semana, trabajando los fines de semana, esforzándome por ser el mejor periodista que pudiera ser. También estaba visitando iglesias, y por más cansado que estuviera, leía el Monitor, especialmente el artículo religioso. Nunca presté mucha atención a los libros en la Sala de Lectura.

Un día, en una de esas visitas, lo hice más tranquilo y leí un poco lo que había en la vidriera. En aquellos días, ¡podía ser un poco como Mark Twain al conversar con la gente! De manera que entré en la Sala de Lectura y le dije a la asistente, con una voz algo autoritaria y burlona: “¿Quiere decirme usted que Dios puede hacer cualquier cosa, incluso sanar la enfermedad?” Al recordarlo ahora, la ironía de aquel momento me hace sentir muy avergonzado, teniendo en cuenta que yo ya había experimentado una “resurrección” del foso de la adicción.

Me conmueve hasta las lágrimas pensar en lo bondadosa que fue la asistente de la Sala de Lectura conmigo. Posteriormente, nos hicimos amigos. Ella sonrió con una sonrisa llena de sabiduría y dijo: “Aquí hay un libro que usted puede llevarse prestado. Léalo”. Yo quería discutir. Ella no. “Léalo”, dijo.

Me llevé prestado el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y empecé a leerlo tratando de encontrar donde estaba la “trampa”. Cada vez que veía a esta mujer en la Sala de Lectura, le prometía que devolvería el libro, diciendo: “Necesito tenerlo un poco más de tiempo”. Ni idea tenía yo del verdadero significado de lo que estaba diciendo. Devolví el libro un año después. Ella me dijo que me lo quedara.

Una comprensión más elevada de la Vida, la Verdad y el Amor divinos me abrió la puerta para que asistiera a las universidades de graduados más prestigiosas del noreste de los Estados Unidos. Posteriormente trabajé para el Christian Science Monitor en sus oficinas en Washington, crecí más como Científico Cristiano con instrucción en clase y periodista, y llegué a ser profesor de periodismo en la Universidad de Massachusetts.

Durante más de veinte años de enseñanza académica, he estudiado la Ciencia Cristiana, y me ha indicado la forma de ayudar a otros de diferentes razas, antecedentes y creencias religiosas que están luchando y quieren encontrar su camino. Me gustaría poder decir que las cosas siempre han sido siempre felices para mí. ¡Tratar de comprender y practicar una vida de Verdad y Amor divinos requiere esforzarse por lograrlo!

La Verdad me ha mantenido en el camino recto y estrecho. Hoy, estoy sediento de obtener un mayor crecimiento espiritual. Vivo la vida con un significado y propósito verdaderos. Aunque sé que todavía tengo mucho que aprender, estoy agradecido y oro para comprender más acerca de Dios cada día.

Nick McBride

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