Cuando era joven, Mary Baker Eddy enfrentó muchos desafíos difíciles, entre ellos, se vio forzada a separarse de su único hijo. La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana escribe brevemente acerca de este trágico período de su vida en su autobiografía Retrospección e Introspección, en el capítulo “Matrimonio y maternidad”. Sin embargo, más adelante en el mismo capítulo, ella señala que “la historia humana necesita revisarse y el registro material borrarse” (pág. 22). También dice: “Es bueno saber, querido lector, que nuestra historia material y mortal, no es sino el registro de los sueños, no de la existencia real del hombre, y los sueños no tienen lugar en la Ciencia del ser” (pág. 21).
Decir que la vida en la materia es un sueño es una declaración audaz. La vida material parece tan real, con su historia de dolor y sufrimiento. Por otro lado, la vida en “la Ciencia del ser” puede parecer abstracta, vaga y desprovista de evidencia concreta. Pero la profunda tristeza personal que experimentó la Sra. Eddy la impulsó a buscar una verdad más profunda acerca de la vida, y ella llegó a comprender que el único beneficio que se puede recoger del sufrimiento es apartarse de la materialidad y dirigirse a la verdad espiritual que sostiene la existencia. Ella escribe: “El designio celestial de las sombras terrenales es purificar los afectos, reprender la consciencia humana y llevarla alegremente de un sentido material y falso de la vida y la felicidad al regocijo espiritual y estimación verdadera del ser” (Ibíd, pág. 21)
¿Dónde encontró la Sra. Eddy evidencias de que esta estimación verdadera del ser es realmente espiritual y desplaza un falso sentido de la existencia? Ella señala claramente en sus escritos que la única autoridad de su descubrimiento era la Biblia (véase, por ejemplo, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 126). Vino a ella como una revelación de Dios, y ella probó la validez del descubrimiento en la curación de hoy en día.
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