Cuando vivía en St. Louis, era gerente de una cadena de restaurantes. Un día, mientras cortaba un gran trozo de carne, el cuchillo se resbaló y me cortó uno de los dedos gravemente. Me puse un paño sobre el corte para detener el sangrado y llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana.
Sus palabras resonaron en mi oído: “Nunca has sido ‘cortado’ o separado del amor de Dios”. Me dijo que lo llamara en dos minutos. Yo también oré para saber que mi Padre-Madre Dios siempre me ama, que los accidentes son desconocidos para Dios, y que en ese momento estaba rodeado por el amor de Dios. Justo antes de llamar de vuelta al practicista, corrí el paño de mi dedo y donde había estado la cortadura, solo vi una línea.
Al practicista le encantó escuchar lo que había sucedido. Dijo que no había estado orando para arreglar mi dedo, sino que declaraba con firmeza que siempre había estado bajo el cuidado de Dios, que yo era totalmente completo y amado. Nada podía separarme ni tratar de “cortarme” o apartarme del profundo amor de Dios. El practicista sabía que lo que aparentaba ser un corte, era una mentira tratando de decir lo contrario y él la negó rotundamente.
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