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La oración sana intoxicación alimenticia

Del número de abril de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estoy agradecida por las oportunidades que he tenido para demostrar que cuando escuchamos la guía de Dios y la seguimos, experimentamos protección. Un ejemplo que recuerdo ocurrió durante una convención a la que asistí como delegada, en una reunión internacional en un país extranjero. Como parte del programa, fuimos invitados a una cena tradicional preparada en vasijas de barro. La comida era deliciosa, y todos la estaban pasando de maravilla.

Sin embargo, a los pocos minutos de estar cenando, me vino repentinamente la idea de dejar de comer. El mensaje fue tan fuerte que no estaba segura de si había sido un pensamiento o si había escuchado un anuncio por un altavoz. Miré a mi alrededor para ver si otros invitados estaban reaccionando a esta instrucción, pero todos estaban disfrutando de su comida. Así que ignoré la idea y seguí comiendo. Casi de inmediato me volvió el pensamiento de dejar a un lado mi tenedor. Lo ignoré otra vez. Entonces me vino al pensamiento muy claramente que la comida estaba contaminada. Esto fue tan alarmante que dejé de comer inmediatamente y comencé a orar, como había aprendido a hacer en mi estudio de la Ciencia Cristiana.

Me vinieron a la mente muchas ideas inspiradoras, y pasé el resto de la comida orando en silencio. Una frase de Pulpit and Press de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, fue especialmente tranquilizadora: “Conoce, entonces, que posees el poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede despojarte de esta herencia e infringir el Amor” (pág. 3).

Afirmé que como idea espiritual que reflejaba la Mente divina, podía pensar correctamente, en ese mismo momento. Eso significaba rechazar la sugestión errónea de que la comida tiene poder para causar daño. Razoné que si pensaba que el cuerpo podía estar gobernado por una creencia falsa de intoxicación alimenticia entonces no estaría “actuando correctamente”, así que podía desafiar y destruir cualquier sugestión sobre una condición corporal errónea con la ley espiritual de la salud y la armonía ininterrumpidas.

Anteriormente, muchas pruebas del amor y el cuidado omnipresentes de Dios me habían enseñado que siempre podemos confiar en el Amor divino para mantenernos seguros y sanos. Y pensé en esta instrucción de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Toma posesión de tu cuerpo y gobierna sus sensaciones y acciones. Levántate en la fortaleza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente concedidos al hombre” (pág. 393). Esto me calmó y me animó. Argumenté mentalmente que la ley de Dios, y no el cuerpo, tenía el control y que nada, ni siquiera la comida, podía controlar negativamente el cuerpo.

Ciencia y Salud ofrece mucha guía sobre el tema de la alimentación y la salud, como esta pregunta que plantea: “Si los mortales piensan que el alimento perturba las funciones armoniosas de la mente y el cuerpo, debe abandonarse el alimento o este pensamiento, pues el castigo está unido a la creencia. ¿Cuál será?” (págs. 388-389). Sabía que había llegado el momento de prescindir del pensamiento temeroso de que la comida pudiera perturbar nuestra salud. 

Cuando regresé a la habitación de mi hotel más tarde esa noche, comencé a sentirme mal. Inmediatamente, declaré que las verdades espirituales con las que había orado más temprano esa noche eran eficaces y que la necesidad ya había sido satisfecha. Siempre me ha gustado una frase de un himno de Mary Peters que nos asegura:

Su verdad aplicaremos
y en Su amor descansaremos.
Dios es quien nos satisface
¡todo está bien!
(Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 350)  

Confié en que el Amor divino estaba allí, satisfaciendo esta necesidad, y por lo tanto, podía cantar alegre y expectante: “Todo está bien”. En pocos minutos todos los síntomas desaparecieron, y dormí en paz hasta el día siguiente.

Por la mañana, los funcionarios del gobierno anfitrión estaban en el lobby del hotel entregando medicamentos a nuestra delegación porque varias personas habían sido llevadas al hospital durante la noche con síntomas de intoxicación alimenticia. Como la mayoría de los delegados habían informado que se sintieron mal después de la cena, los funcionarios estaban muy sorprendidos de verme completamente bien. Me instaron a que tomara el medicamento como medida de precaución, pero pude asegurarles que estaba bien y que seguiría estándolo. Y así fue. La curación fue completa y permanente.

Nuestro amoroso Padre-Madre Dios siempre está presente, protegiéndonos y transmitiéndonos la guía que necesitamos y podemos entender. La oración y el estudio constantes nos permiten a cada uno de nosotros escuchar la voz de Dios y seguir Su guía.

Desde esta curación, mi pensamiento se ha expandido para entender cada vez más claramente que las verdades espirituales con las que oré esa noche son universales y que eran tan ciertas para mis compañeros en la cena, y para toda la humanidad, como lo fueron para mí. El Amor divino no conoce límites. Todos los hijos de Dios son amados y protegidos para siempre. La Sra. Eddy confirma esto en su declaración en la página 494 de Ciencia y Salud: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.

Maryann McKay

Lee’s Summit, Misuri, EE.UU.

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