Estoy agradecida por las oportunidades que he tenido para demostrar que cuando escuchamos la guía de Dios y la seguimos, experimentamos protección. Un ejemplo que recuerdo ocurrió durante una convención a la que asistí como delegada, en una reunión internacional en un país extranjero. Como parte del programa, fuimos invitados a una cena tradicional preparada en vasijas de barro. La comida era deliciosa, y todos la estaban pasando de maravilla.
Sin embargo, a los pocos minutos de estar cenando, me vino repentinamente la idea de dejar de comer. El mensaje fue tan fuerte que no estaba segura de si había sido un pensamiento o si había escuchado un anuncio por un altavoz. Miré a mi alrededor para ver si otros invitados estaban reaccionando a esta instrucción, pero todos estaban disfrutando de su comida. Así que ignoré la idea y seguí comiendo. Casi de inmediato me volvió el pensamiento de dejar a un lado mi tenedor. Lo ignoré otra vez. Entonces me vino al pensamiento muy claramente que la comida estaba contaminada. Esto fue tan alarmante que dejé de comer inmediatamente y comencé a orar, como había aprendido a hacer en mi estudio de la Ciencia Cristiana.
Me vinieron a la mente muchas ideas inspiradoras, y pasé el resto de la comida orando en silencio. Una frase de Pulpit and Press de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, fue especialmente tranquilizadora: “Conoce, entonces, que posees el poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede despojarte de esta herencia e infringir el Amor” (pág. 3).
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