La congregación de una iglesia ofrece una conferencia de la Ciencia Cristiana, no para ella misma, sino para bendecir a su prójimo. De esta forma, las conferencias son regalos de amor incondicional. Y el amor imparcial y universal de la conferencia no solo bendice a los que asisten y a la comunidad, sino a aquellos que la dan, porque el dar es en sí mismo un verdadero obsequio.
Hace varios años, formé parte de un campamento en Burning Man, un experimento social de una semana de duración que se realiza anualmente en un remoto desierto en Nevada. Hicimos arreglos para que hubiera varias conferencias bajo el auspicio de las Iglesias de Cristo, Científico, de la región.
En una de esas conferencias, la enorme carpa en la que iba a realizarse, estaba atestada de gente. Cuando comenzó la conferencia, uno de los asistentes se puso de pie en la entrada y gritó: “¡Ya no hay lugar! ¡Muévanse todos hacia adelante para que pueda entrar más gente!”
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