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Original Web

Una estudiante universitaria encuentra curación

Del número de enero de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de noviembre de 2018 como original para la Web.


Era mi primer semestre en la universidad, en un país desconocido a casi seis mil cuatrocientos kilómetros de distancia de mi hogar. Alrededor de la tercera semana de clases, comencé a tener dolor de estómago. Crecí asistiendo a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y he tenido muchas curaciones a través de la oración. Así que cuando comencé a sentir dolor, sabía que podía orar y esperar la curación también en esta ocasión.

Llamé a mis padres, y ellos se comunicaron con una practicista de la Ciencia Cristiana que me ha ayudado desde la infancia. Aunque no pude estar en contacto directo con ella, mis padres me transmitieron la inspiración que compartió con ellos y sabía que estaba orando por mí. Una de las ideas con las que yo estaba orando era de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Es un pasaje que dice: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu” (pág. 63). Fue tranquilizador recordar que mi identidad era espiritual, por lo que el dolor no podía ser parte de mí.

Pasaron unos días, y aunque continué orando y teniendo la ayuda de la practicista, todavía sentía dolor. Un día, de pronto pensé: no puedo tener una curación. Había estado recordando todas las curaciones que había tenido en el pasado, y me había dado cuenta de que todas estas curaciones habían ocurrido cuando estaba con mis padres en casa. Pensé que quizás esta vez no podía curarme porque mi papá no estaba allí dándome fuerzas. Quizá no podía ser sanada porque mi madre no estaba allí para abrazarme y consolarme. Tal vez no podía sanarme porque la practicista no estaba presente o al teléfono conmigo.

Me di cuenta de que necesitaba orar sobre estas preocupaciones. Comencé pensando en mi unidad con Dios. Reconocí que nunca podía estar desconectada de Dios, el Amor, así que siempre tenía todo el amor, el consuelo y el cuidado que necesitaba conmigo. Me di cuenta de que Dios me estaba cuidando y protegiendo. La practicista y yo oramos con el Salmo 91, especialmente el versículo que dice: “[Dios] con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro” (versículo 4). Empecé a sentir menos temor cuando comprendí que estaba “debajo de sus alas”.

Durante tres días, me había centrado en esta idea errónea de que una curación dependía de una determinada ubicación física. Sin embargo, ahora sabía que sanarme solo tenía que ver con mi relación con Dios. No importaba si estaba en América del Sur o en América del Norte. Lo único que importaba era saber que siempre estaba sana, protegida y amada porque nunca podía estar separada de Dios.

Sané por completo del dolor, y desde entonces he tenido otras curaciones sin estar en la misma ubicación geográfica que mis padres o la practicista que estaba orando por mí. Estoy muy agradecida por haber aprendido más sobre mi unidad con Dios y lo que eso significa. Ahora sé que estoy bajo Su cuidado protector donde quiera que vaya.

Vanessa Béjar
Lima, Perú

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