A veces somos tentados a creer que simplemente no estamos a la altura de las circunstancias. Nos decimos a nosotros mismos que tal vez nos falta alguna cualidad que nos permitiría tener éxito, o que tenemos un defecto terrible que perjudica nuestra posibilidad de triunfar. Tal vez creamos que no somos lo suficientemente inteligentes o extrovertidos, o que somos demasiado impacientes o impulsivos como para que nos vaya realmente bien en nuestros empeños.
Es necesario cuestionar esta forma de pensar. Debemos enfrentar y negar estas sugestiones mentales, porque las mismas están arraigadas en la creencia de que estamos separados de Dios, que no es posible que podamos expresar Su bondad a través de nuestros éxitos o bendiciendo al mundo. La verdad es que cada uno de nosotros existe para manifestar a Dios. Como escribe Mary Baker Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. “El hombre como vástago de Dios, como la idea del Espíritu, es la evidencia inmortal de que el Espíritu es armonioso y el hombre es eterno” (pág. 29).
Ten en cuenta esto: En la realidad divina, somos la prueba de que el Espíritu, Dios, es armonioso y de que somos Su expresión eterna e inmortal. Dios necesita que Lo expresemos para hacer evidente lo que Él es y que Él es Todo. Por ser las ideas más elevadas de Dios, Lo expresamos por completo.
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