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Original Web

Nuestra habilidad natural para triunfar con el bien

Del número de enero de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 5 de noviembre de 2018 como original para la Web.


A veces somos tentados a creer que simplemente no estamos a la altura de las circunstancias. Nos decimos a nosotros mismos que tal vez nos falta alguna cualidad que nos permitiría tener éxito, o que tenemos un defecto terrible que perjudica nuestra posibilidad de triunfar. Tal vez creamos que no somos lo suficientemente inteligentes o extrovertidos, o que somos demasiado impacientes o impulsivos como para que nos vaya realmente bien en nuestros empeños. 

Es necesario cuestionar esta forma de pensar. Debemos enfrentar y negar estas sugestiones mentales, porque las mismas están arraigadas en la creencia de que estamos separados de Dios, que no es posible que podamos expresar Su bondad a través de nuestros éxitos o bendiciendo al mundo. La verdad es que cada uno de nosotros existe para manifestar a Dios. Como escribe Mary Baker Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. “El hombre como vástago de Dios, como la idea del Espíritu, es la evidencia inmortal de que el Espíritu es armonioso y el hombre es eterno” (pág. 29).

Ten en cuenta esto: En la realidad divina, somos la prueba de que el Espíritu, Dios, es armonioso y de que somos Su expresión eterna e inmortal. Dios necesita que Lo expresemos para hacer evidente lo que Él es y que Él es Todo. Por ser las ideas más elevadas de Dios, Lo expresamos por completo.

Esta verdad espiritual puede ayudarnos a superar la creencia falsa de que nuestros éxitos no son genuinos; que tal vez simplemente tuvimos suerte, o que no somos capaces de que nos vaya bien, cuando en realidad somos totalmente capaces. Esas creencias falsas hacen que dudemos de nosotros mismos en base a un sentido material de nuestra identidad, en lugar de basarnos en la verdadera comprensión de nuestra identidad como la idea espiritual e ilimitada de Dios. El hecho de dudar de nosotros mismos perjudica nuestros esfuerzos para bendecir a los demás, para sanar e incluso simplemente para cumplir con las responsabilidades básicas de nuestros trabajos.

Si comprendemos que provenimos de Dios y expresamos a Dios, entonces realmente nunca podemos ser limitados.

La Biblia ofrece muchos ejemplos de aquellos que tuvieron que superar la duda de sí mismos o un sentido mortal limitado de identidad. Por ejemplo, Gedeón estaba seguro de que no le era posible echar a los medianitas de Israel. Eliseo estaba desesperado por no considerarse mejor que sus padres y por un tiempo se sintió incapaz de cumplir la misión que Dios tenía para él. Después de la crucifixión de Jesús, sus discípulos temporalmente abandonaron las lecciones que habían aprendido y regresaron a su antigua ocupación como pescadores. En cada caso, y en muchos ejemplos similares, el temor de las personas finalmente demostró no tener fundamento alguno, porque el Cristo, la verdadera idea de Dios, reveló el buen propósito de Dios para cada uno de esos personajes bíblicos. Y eso es lo que el Cristo hace por cada uno de nosotros también.

En la Ciencia Cristiana, se entiende que el hombre mortal es la falsificación del hombre verdadero, quien es en realidad la imagen o reflejo de la Mente divina, Dios. La Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender que el hombre no es mortal y material, sino que siempre ha sido el representante inteligente, capaz y completo de la Mente. Nuestra inspiración, sabiduría y comprensión provienen de la Mente, no de los esfuerzos personales para crecer intelectualmente.

Debemos obtener la verdadera idea de nosotros mismos como la expresión de Dios, y aceptar que nuestra identidad e individualidad provienen de nuestro Padre-Madre Dios. Un punto de vista material de nosotros mismos y de los demás necesariamente limita nuestras habilidades. Hasta el más talentoso de nosotros con el tiempo se encontrará con una sólida pared de limitación si creemos que nuestros talentos tienen una base humana. Sin embargo, si comprendemos que provenimos de Dios y expresamos a Dios, entonces nunca podemos realmente ser limitados.

Como Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy superó creencias de limitación. Entre sus logros se encuentran sanar, escribir, enseñar, establecer las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana —incluido el diario internacional The Christian Science Monitor— fundar La Iglesia Madre y cuidar de sus numerosos alumnos. Su estudiante John C. Lathrop recuerda que ella dijo: “Todo lo que he logrado se realizó al quitar a Mary del camino y permitir que Dios fuera reflejado” (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Volume 1, p. 270).

No hace mucho, pasé por un período en el que me sentía sin inspiración e indiferente. Como separada de Dios. Traté de salir de esa depresión mental pero progresé muy poco. Entonces recordé esta declaración de Ciencia y Salud acerca de la verdadera fuente de nuestro pensar: “El Espíritu imparte la comprensión que eleva la consciencia y conduce a toda la verdad” (pág. 505). Esa idea de que el Espíritu, Dios, realiza el trabajo hizo que me acordara, no mucho después, de esta afirmación del Apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Esto fue un recordatorio de que Dios nos brinda la sabiduría, la comprensión y la guía que necesitamos para resolver los desafíos que enfrentemos cualesquiera sean. Yo no tenía que apoyarme únicamente en mis esfuerzos personales, sino que podía ceder a lo que Dios ya estaba expresando en mí. A medida que aprendí a hacer esto, recuperé mi sentido de alegría y dominio, y ha permanecido.

De manera que, cuando nos encontramos dudando de nuestra habilidad para responder a los desafíos del día, podemos recurrir a Dios, el único creador y la única Mente que tenemos, para descubrir lo que realmente somos como la expresión de la Mente y la habilidad natural que Dios nos ha dado para tener éxito.

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