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Original Web

Sana de síntomas de enfermedad respiratoria

Del número de enero de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 1º de noviembre de 2018 como original para la Web.


Hace un año y medio, me encontraba luchando con una tremenda tristeza debido al fallecimiento de unos queridos amigos. También me sentía excepcionalmente abrumada y desalentada debido a los trágicos sucesos que habían ocurrido alrededor del mundo, tales como los ataques terroristas en Manchester y Londres.

Un día empecé a sentir lo que pensé que era un resfriado inusualmente fuerte. Sin embargo, les había prometido a mi nieto y a una amiga de la iglesia que participaría en una marcha de 5 kilómetros contra el hambre para apoyar el programa de servicios de familia de nuestra localidad, y así lo hice. No obstante, después de regresar a casa, me desplomé. Supe de inmediato que tenía que enfrentar los pensamientos desalentadores y llenos de pesar que estaba teniendo.

Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me recordó que los ángeles de Dios estaban en ese mismo momento revelando mensajes de esperanza, curación y de la Vida ininterrumpida. Me aseguró que Dios tiene el control sobre todo. Al día siguiente, tuvo lugar la Asamblea Anual de La Iglesia Madre, y mientras miraba la reunión en vivo transmitida por Internet, sentí mucha gratitud por esta Iglesia, por la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana y por nuestra Guía, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Oré intensamente para sentir en verdad “la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida”, que era el tema de la reunión (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 249).

Pasé los días siguientes en comunión silenciosa con Dios, el Amor divino, y estudiando la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. Estaba durmiendo poco debido a una tos persistente, pero usé esas noches largas para cantar himnos en silencio, orar y escuchar atentamente para recibir inspiración, los mensajes angelicales de Dios. La Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y varios himnos eran mis constantes compañeros. Estudiaba fielmente la Lección cada día, aceptando que las ideas espirituales que leía eran verdaderas para mí y para el mundo. Por ejemplo, el pasaje de Ciencia y Salud que dice: “Dios es infinito, por lo tanto siempre presente, y no hay otro poder ni otra presencia. Por consiguiente, la espiritualidad del universo es la única realidad de la creación” (pág. 471), me inspiró a orar con la comprensión de que Dios es infinito, y por lo tanto, está presente conmigo y con los míos y con todos ahora mismo. No existe ningún otro poder o presencia llamada enfermedad —cualquiera sea el nombre— que pueda invadir mi ser o el de otra persona. De modo que la espiritualidad del universo, la cual me incluye a mí, es la única realidad de la creación, y puedo demostrarlo.

Para entonces, el pesar y el desaliento tan abrumadores habían desaparecido. Yo había considerado con frecuencia al orar, frases de himnos muy queridos del Himnario de la Ciencia Cristiana, tales como: “De goces harto y de pesar, / me acerco a Ti” y “de puro gozo lleno estoy. / ¡Con el Amor andando voy!”. Mi certeza cada vez más profunda de que yo, mis seres queridos y todos somos inseparables de nuestro Padre-Madre Dios, la Vida divina, el Amor infinito, naturalmente apartó mi pensamiento de las tristes cavilaciones y me volvió hacia “la calma… de inmortales cosas” (Mary Baker Eddy, N° 253; Minny M. H. Ayers, N° 139, adapt. © CSBD; Violet Hay, N° 64, © CSBD).

La persistencia y la confianza en Dios fueron esenciales durante ese tiempo, puesto que la curación física no se manifestó de inmediato. Pero la continua oración y el escuchar a Dios trajeron progreso. Trabajé simplemente para aceptar el regalo de la eterna presencia de Dios como la revelaron Cristo y la Ciencia Cristiana. Aparté más constantemente mi pensamiento de mí misma hacia lo que Dios conocía, hacía y daba. Todavía me sentía débil y descansaba poco, pero la practicista me instó a invertir y reemplazar persistentemente toda creencia falsa que me viniera al pensamiento con la verdad espiritual opuesta que probaba su falsedad. Ella insistía en que yo podía persistir con alegría en este trabajo porque Dios me estaba proporcionando todas las ideas correctas.

 Dos noches después, cuando comencé a toser una vez más, mentalmente grité: “¡Ya basta!”. La tos se detuvo abruptamente. Finalmente había comprendido que esta curación nunca había tenido que ver con lo que yo sabía o estaba esforzándome por saber. Siempre había sido acerca de lo que Dios, la Mente divina, conoce eternamente, lo que Él/Ella sabe y expresa. Ese fue el fin del problema. Dormí tranquilamente el resto de la noche y me desperté revitalizada y renovada.

Si bien esta curación pareció prolongada, las lecciones que aprendí fueron profundas. Estoy sumamente agradecida por esta preciosa Ciencia y por aquellos que se mantienen a nuestro lado tan lealmente para apoyar nuestras oraciones con su propio tratamiento específico mediante la oración. 

Joan Clark
Yucaipa, California, EE.UU.

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