Siempre había pensado que luchar y esforzarse eran más o menos la misma cosa. De manera que cuando ambas palabras aparecieron en diferentes contextos en la misma Lección-Sermón que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, me sentí intrigado. Aunque no hay similitudes, luchar puede sugerir que uno necesita liberarse de limitaciones o trabajar contra algo; mientras que esforzarse parece indicar, con más frecuencia, hacer esfuerzos para alcanzar una meta o trabajar para algo. Comprender esta diferencia puede tener un efecto sanador.
Hace años, me quejaba de un compañero de trabajo que con frecuencia parecía estar furioso. Un amigo me llevó a un lado amablemente y me contó esta pequeña parábola: Dos hombres estaban por correr una carrera. Uno de ellos estaba sumamente preocupado, mientras que el otro no. La competencia comenzó con el sonido de una campana. Cuando la campana volvió a sonar, ellos dejaron de correr, y se midieron las distancias que cada uno había recorrido desde la salida. Los resultados fueron que el hombre que no estaba preocupado había recorrido fácilmente ocho kilómetros, mientras que el otro hombre había corrido tan solo unos pocos metros.
Entonces mi amigo me preguntó: “¿Cuál de los hombres recorrió la distancia más larga?”.
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