A mí me gustaba salir con amigos para divertirme, beber y buscar placeres mundanos, aun cuando estaba casado. Esto sucedió durante muchos años. Con el tiempo vino el vacío de sentirme solo y mal. No me inculcaron ninguna religión, y creía que no era necesaria. Pero conforme continuaba en esos vicios, me di cuenta de que deseaba un cambio de vida; no me sentía bien con lo que hacía. Y un día, Dios, en Su infinita misericordia, me mostró el camino.
Al pasar por una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en el sur de California, me sentí impulsado a ver los anuncios que estaban en el aparador, y había uno que invitaba a los servicios religiosos de la Ciencia Cristiana en español en Tijuana, México, que es donde vivo. Decidí anotar la dirección y buscar el lugar donde se celebraban. Fue así que conocí la Ciencia Cristiana.
Me reuní con un grupo de Científicos Cristianos en Tijuana y he sido miembro activo de este grupo desde entonces. Me ha traído muchos beneficios espiritualmente, así como paz, armonía y el deseo de encontrar sentido a mi vida. Fue gracias a la lectura del libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, que aprendí a identificarme como espiritual, no material; a entender que no fui hecho de barro, sino a imagen y semejanza de Dios, como explican las páginas 524–525 de este libro. Y aprendí que al ser el reflejo de Dios estoy siempre satisfecho.
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