Me encanta regalar bulbos de flores a mis amigos durante los meses de invierno. El año pasado, traté de pensar espiritualmente acerca de estos bulbos para ver, más allá de su promesa de belleza material, algo más sustancial. Esto es lo que aprendí.
Solía pensar que mi crecimiento espiritual dependía de la continua adquisición y acumulación de verdades espirituales básicas. En otras palabras, pensaba que experimentaría un mayor desarrollo espiritual sólo cuando hubiera recolectado personalmente suficientes verdades espirituales.
Pero Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos dice: “La Ciencia Cristiana presenta desarrollo, no acrecentamiento; no manifiesta ningún crecimiento material de molécula a mente, sino una comunicación de la Mente divina al hombre y al universo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 68). Esto me ayudó a darme cuenta de que nuestra existencia espiritual en su totalidad está intacta y completa en este mismo momento, desenvolviéndose eternamente como la manifestación de la Mente divina. Así como cualquiera de los bulbos que me encanta regalar ya tiene todo lo que necesita para convertirse en una hermosa flor, también nosotros ya tenemos lo que necesitamos de Dios para crecer espiritualmente. Dios nos ha creado como Su expresión e idea perfecta y completa. Así como el bulbo de la flor solamente necesita luz, calor y agua para crecer, nuestro crecimiento, de manera similar, está impulsado por la luz pura de la inspiración espiritual, el tierno apoyo del cálido abrazo del Amor divino y el poder sustentador de las aguas vivas de la Vida divina.
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