Actualmente, los gobiernos en muchas partes del mundo parecen estar abrumados, hasta paralizados, por la lucha entre los individuos por el poder político. Sin embargo, el gobierno se relaciona en realidad con algo mucho más importante que la política. El gobierno tiene que ver con los principios y las leyes. La política se relaciona con la gente y las opiniones. La política con frecuencia tiene lugar dentro del contexto del gobierno, pero no puede ser la parte más importante del mismo.
Hace muchos siglos, el profeta hebreo Isaías escribió: “Porque el Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey; Él nos salvará” (Isaías 33:22, LBLA). Cuando me encontré con esta declaración en la Biblia, me resultó interesante ver que las tres funciones básicas del gobierno que reconocemos hoy como judicial, legislativa y ejecutiva, fueron reconocidas en la época de los primeros profetas hebreos. Y si bien eran los individuos los que cumplían esas funciones en aquel entonces, como lo hacen hoy, los israelitas reconocieron que Dios era el gobernador absoluto del pueblo.
Recientemente, he comenzado a pensar más seriamente que nunca en el tema del gobierno. ¿Cómo podría hacer mejor mi trabajo de orar por el gobierno en mi país y en todas las naciones? Y un gobierno bueno es importante no solo a nivel nacional, sino también para las ciudades y pueblos, para la policía local y las juntas escolares; dondequiera que la gente necesite trabajar en conjunto para llevar a cabo buenas cosas para la sociedad.
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