Una noche mientras estudiaba para un curso de la universidad, estaba escuchando la radio y sintonicé la edición radial de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Cuando escuché a Científicos Cristianos relatar sus testimonios de curación, y cómo resolvían las dificultades por medio de la oración, así como también el concepto de que Dios es Amor —todo Amor— sentí que mi vida estaba por cambiar.
Las ideas espirituales y la inspiración que esos Científicos Cristianos compartieron durante el programa me produjeron una profunda alegría, porque sentí como que en mi corazón yo siempre había conocido estas ideas y que eran verdad.
Oré para encontrar el libro que mencionaron en el programa, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, porque sabía que en sus páginas encontraría más acerca de Dios, y sobre cómo orar. Meses después, a la universidad donde cursaba mi carrera, llegó una feria de libros usados, y buscando entre los estantes allí encontré el libro. Cuando empecé a leerlo, mi vida adquirió significado y un nuevo sentido..
Poco después, tuve la oportunidad de poner en práctica la Ciencia Cristiana. Tenía que tramitar mi visa de turista de los Estados Unidos, y estaba preocupado de que me la negaran (ya era la tercera vez que intentaba obtenerla), así que busqué en Internet un practicista de la Ciencia Cristiana que hablara español. Le envié un correo electrónico y le pedí que me ayudara a orar. El practicista me dijo que no tuviera miedo, que Dios es la única causa y que nada ni nadie podía detener la acción armoniosa de Dios. Me dijo que todo el mundo era mi hogar, y que en Dios “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, La Biblia de las Américas).
Esta idea permaneció conmigo hasta el día de la entrevista. Cuando me acerqué al funcionario consular, recordé que él y yo somos los hijos de Dios, y que somos uno con Dios, por lo tanto, tenemos la misma Mente. Dios es nuestra única Mente. Después de una breve charla de preguntas, mi visa fue aprobada sin tropiezo alguno.
El practicista también mencionó que había un grupo de Científicos Cristianos que se reunía con regularidad no muy lejos de donde vivo. Busqué información acerca del grupo en Internet, y después me comuniqué, y más tarde conocí, a la mujer que organizó el grupo. Ella me invitó a asistir a uno de los servicios religiosos dominicales que celebran, y he estado asistiendo a los servicios desde entonces.
He tenido un sin fin de hermosas demostraciones del cuidado de Dios, como resultado de poner en práctica lo que he aprendido en la Ciencia Cristiana, a veces con el apoyo por medio de la oración de otro Científico Cristiano. Estas pruebas me han confirmado que la Ciencia Cristiana ayuda y sana a todo aquel que la practica con lealtad.
Por ejemplo, cuando asistí a aquel primer servicio dominical, estaba en un período de tres meses de prueba en un nuevo trabajo. Previamente había estado trabajando para la misma compañía en un puesto y sueldo inferiores, y tenía la esperanza de que me contrataran de forma permanente para este nuevo puesto. Pero me preocupaba no obtener el empleo. Cuando terminó el servicio religioso, le conté a la señora que me había invitado acerca de mis temores. Ella con mucho afecto respondió que yo no tenía nada de que angustiarme porque Dios, el Amor divino, era mi verdadero empleador y jefe, y tenía el trabajo correcto para mí. Esa idea me acompañó toda la semana, así como un pasaje de la página 465 de Ciencia y Salud que nos dice que solo un Dios, o Principio, nos gobierna.
Una mañana, acabando yo de entrar en mi oficina, la jefa de personal me dijo que subiera a verla, que tenía algo importante que decirme. Antes de subir oré y afirmé la idea de que Dios es mi empleador y un Dios todopoderoso. Y recordé el Salmo veintitrés, el cual dice que el Señor es nuestro Pastor y no permite que a nosotros (Sus ovejas) nos falte —el empleo correcto, la salud, la felicidad— nada.
Cuando me encontré con la jefa de personal, me dijo que quería que firmara un contrato por el puesto, y que me quedaría con la compañía. Actualmente, sigo con la misma compañía, y hace poco obtuve una promoción a un puesto de supervisor.
Desde que me uní al grupo de Científicos Cristianos y empecé a estudiar la Ciencia Cristiana, he visto y experimentado las maravillas del amor de Dios; y he obtenido tranquilidad e incalculable felicidad.
Agradezco a todos aquellos que compartieron la Ciencia Cristiana conmigo, y a todos los que hacen la labor hermosa de difundir la Ciencia Cristiana y dar a conocer a la humanidad al Dios perfecto, amoroso y todopoderoso.
