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Original Web

Rápida curación mientras conducía el servicio dominical

Del número de abril de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Traducción del original publicado en el Christian Science Sentinel del 12 de febrero de 2019.


“‘Me propongo combatir en esta línea, aunque tome todo el verano’”. Estas palabras del General Ulysses S. Grant se citan en la página 492 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Esa convicción me ayudó en un momento de necesidad.

Hace años, en la universidad, fui elegida como Primera Lectora de la Organización de la Ciencia Cristiana en mi campus. Mi función era conducir los servicios dominicales, lo que incluía leer los pasajes de Ciencia y Salud que formaban parte de la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, alternando con el Segundo Lector, que leía de la Biblia. Era el trimestre de primavera, y domingo de Pascua.

Durante el servicio, comencé a sentirme mareada. Se me oscureció la vista, disminuyó significativamente la audición y comenzaron a aparecer otros síntomas alarmantes. Inmediatamente me volví a Dios, y me vino el pensamiento de que no tenía que ceder ante esa situación. Reconocí que este pensamiento no era voluntad humana, sino la voluntad de Dios. La Ciencia Cristiana nos ayuda a discernir si los pensamientos son humanos o divinos, incorrectos o correctos, malos o buenos, enfermos o saludables (véase Ciencia y Salud, pág. 462 y Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 252), y sabía que podía demostrar mi dominio otorgado por Dios sobre esta dificultad y hacer lo que se necesitara hacer.

Sabía que la Biblia nos encamina a ser “fuertes y valientes” (véase, por ejemplo, 1 Crónicas 22:13, versión King James). Y comprendí que nuestra fuerza está en proporción a nuestro valor (véase Ciencia y Salud, pág. 417). Estuve de acuerdo mentalmente con el pensamiento de que con la ayuda de Dios, podía “combatir en esta línea” y no desmayarme. Cuando tomé esa decisión, descubrí que podía encontrar la salida. Logré mantenerme de pie, y aunque no podía escuchar al Segundo Lector, podía sentir cuando terminaba su parte. Cuando leía mi parte, la oscuridad era tal que solo podía ver una palabra a la vez, pero eso era suficiente.

Esto continuó durante quizás un par de secciones de la Lección-Sermón; entonces, durante la sección final, la oscuridad, la pesadez y la sensación de aislamiento desaparecieron por completo. Mi vista y audición regresaron, y todo estaba normal. ¡Me sentí tan feliz! El servicio no fue interrumpido ni por un instante. De los comentarios que se hicieron posteriormente, pareció que muy pocas personas se dieron cuenta de lo que estaba pasando, pero estuve muy agradecida por una querida amiga que me dijo que había reconocido mi necesidad y comenzó a orar vigorosamente.

Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, declara en un mensaje de Pascua en La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea: “Que esta gozosa mañana de Pascua encuentre a los miembros de esta querida iglesia disfrutando de una paz pura, una nueva alegría, una clara visión del cielo aquí —el cielo dentro de nosotros— y un sentido que ha despertado al Cristo resucitado” (pág. 155).

Estoy llena de gratitud por el Cristo resucitado y por la “nueva lengua”, que la Sra. Eddy dice que es la Ciencia Cristiana (véase Miscelánea, pág. 238), que trae todas las palabras y enseñanzas de Cristo Jesús para “recor[dárnoslas]” (Juan 14:26). Esta es solo una de las muchas curaciones en la Ciencia Cristiana que he experimentado.

Me encantan estas palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Liberados de temores
   honraremos al Señor;
será Pascua cada día
   al tener Su bendición.
(Frances Thompson Hill, No. 413, trad. © CSBD)

Anne Dyck Miller
West Linn, Oregon, EE.UU.

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