Muchas personas sienten que es importante orar por el gobierno y el liderazgo. Pero ¿cómo lo hacemos? Y dada la magnitud y complejidad de los temas entre manos, ¿podemos realmente esperar que nuestras oraciones sean eficaces?
Ananías, uno de los primeros cristianos de Damasco, debe de haberse hecho preguntas como estas cuando Saulo de Tarso vino a su ciudad “respirando… amenazas y muerte” contra los miembros de la nueva fe (véase Hechos 9:1-20). El sumo sacerdote judío le había dado autoridad a Saulo para que los apresara y los metiera en prisión.
Sin duda, Ananías y los otros cristianos estaban orando para ser protegidos, así como haciendo todo lo posible para eludir a Saulo. Entonces el Señor se le apareció a Ananías y le dijo: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora”. Aquí la frase “el Señor” significa el Cristo, o la Verdad; el mensaje de Dios a la humanidad. Dios estaba mandando a Ananías a que fuera a encontrarse con Saulo.
Como es de comprender, Ananías no quería hacerlo. Dijo: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén”. Pero el Señor respondió: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”.
Ananías obedeció y fue. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión? Él debe de haber vislumbrado que había un poder más elevado que la autoridad religiosa o secular. El mensaje del Cristo le reveló que Dios estaba a cargo, gobernando allí mismo.
Fue particularmente, el mensaje que se le dio a Ananías de que Dios tenía autoridad no solo sobre él y sus compañeros cristianos, sino también sobre Saulo, y Él estaba actuando en la vida de Saulo y transformando su naturaleza. La historia, educación religiosa y relaciones de muchos años de Saulo, no tenían poder para mantenerlo aferrado a un concepto errado de la Verdad y el Amor divinos. El Cristo ya le había indicado a Saulo que él se había estado oponiendo a Dios, y ahora el Cristo llamaba a Ananías para ministrar a Saulo y restaurarle la vista, que había perdido durante su viaje a Damasco. La inspirada comprensión de que la supremacía de Dios lo gobernaba todo y lo bendecía todo, debe de haber alboreado en el pensamiento de Ananías, puesto que él perdió el temor y fue a ver a Saulo. Debe de haber percibido algo de la totalidad de Dios, el bien, en la cual el mal no tiene lugar ni poder.
Al obedecer a Dios, Ananías se vio cubierto de autoridad. Él oró por Saulo, y Saulo recibió al Espíritu Santo —fue elevado y alcanzó una mayor comprensión de Dios y del Cristo— y discernió la verdad que Cristo Jesús vivió y enseñó. Bajo el nombre de Pablo, compartió el cristianismo con muchos por el mundo greco-romano. Sus cartas aún nos inspiran y nos instruyen hoy en día.
Ananías y Saulo no eran las únicas personas que estaban orando. Otros cristianos oraban para compartir la Palabra de Dios con la humanidad, y para su propia protección y éxito al seguir por el camino de Jesús. Ellos incluso se alentaban unos a otros a orar por aquellos en puestos de autoridad. En Primera a Timoteo declara: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (2:1, 2). Este es también un llamado para nosotros hoy.
Orar para poder tener una vida apacible no puede ser orar por una paz conveniente donde las acciones indebidas continúan a un ritmo constante. Debe ser un llamado a ser afectuosos, pero no pasivos, instándonos a mantener una posición firme a favor de la supremacía del Cristo, la Verdad, en la cual el error o mal no tiene ningún poder.
Tampoco debe ser esta una oración para que Dios impulse a los demás a hacer lo que nosotros queremos; un intento de controlar a otras personas. La oración consiste en aliarnos humildemente con Dios y reconocer que no hay ningún otro lado o poder o Mente sino Él. Es ceder a la comprensión de que solo Dios gobierna.
Orar por las autoridades es una oración para comprender que todos estamos bajo una sola autoridad, la del Espíritu.
En un momento dado, la Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, enfrentó una demanda injusta. Al discernir que era necesario instruir a algunos de sus estudiantes sobre cómo orar por el caso, ella dijo: “No deben comenzar a orar en su propio nombre; no deben tratar de controlar a ninguna mente. Solo deben comenzar a orar en la fortaleza divina y conocer que Dios gobernará y gobierna, y que el hipnotismo y las mentes malévolas no pueden controlar ni controlan a los hombres ni a los gobiernos. Todo el poder es de Dios, el bien” (Mary Baker Eddy to “Watchers,” January 2, 1900; L02891, The Mary Baker Eddy Library; © The Mary Baker Eddy Collection).
El pedido de que agradezcamos por todos aquellos en puestos de autoridad no es una exigencia de que demos gracias por las personalidades poderosas, estén correctas o erradas. Es agradecer que Dios, la Mente divina, es la única autoridad. Lo que parece tener autoridad en este mundo —poder, posición, riquezas personales o conexiones políticas— solo tiene poder genuino en la medida en que exprese el poder divino. Damos gracias que Dios es la sola y única autoridad, porque Él es Todo-en-todo.
Yendo un poco más allá, nosotros (todos) también deberíamos agradecer que tenemos autoridad por ser los hijos de Dios. Todos nosotros, como hijos de Dios, hechos a Su propia semejanza, reflejamos el poder y la gracia de Dios. Los mortales (el sentido material del hombre con vida y mente separadas de Dios, el bien) no tienen poder real. A medida que desechamos el falso sentido material y obtenemos el sentido espiritual de la Vida, discernimos la verdad del hombre (varón y hembra): Al ser la imagen y semejanza de Dios, reflejamos la autoridad de la Mente divina y actuamos de acuerdo con Su ley y propósito sagrado.
Sobre la base de estos hechos espirituales de Dios y el hombre, podemos y deberíamos ser específicos en nuestras oraciones por las autoridades. Eddy alentaba a sus seguidores a orar por el gobierno de todos los países. En La Ciencia Cristiana en contraste con el panteísmo, ella escribió: “Orad por la prosperidad de nuestro país…; que la justicia, la misericordia y la paz continúen caracterizando su gobierno, y que ellas gobiernen todas las naciones”. Más específicamente para los Estados Unidos —nación en la cual fue organizada La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y donde vivía la mayoría de sus seguidores— ella agregó: “Orad para que la divina presencia continúe guiando y bendiciendo a nuestro primer magistrado, a aquellos asociados con su cargo ejecutivo y a nuestro poder judicial; que dé a nuestro congreso sabiduría, y que sostenga a nuestra nación con la diestra de Su justicia” (pág. 14). También podemos adaptar esto cuando oramos por todos los gobiernos.
Orar por la prosperidad del país donde vivimos, cualquiera sea, es una oración para que la justicia, la misericordia y la paz caractericen al gobierno. No es una oración por la riqueza económica o el dominio nacional. La justicia, la misericordia y la paz son las verdaderas bases, tanto para la prosperidad individual como nacional. Una nación es exitosa en la medida en que sus funcionarios y ciudadanos expresen integridad moral.
Afirmar que Dios guía y bendice a un presidente o primer ministro y a su personal, no es orar para que Dios los ayude a cumplir con su orden del día, sino un reconocimiento de que, en su verdadera identidad espiritual como expresión de Dios, ellos escuchan, responden y siguen la sabia dirección de la Verdad y el Amor divinos. Nuestras oraciones pueden ayudar a disipar la ignorancia, el temor y la duda que nublan el pensamiento humano, y de esta forma contribuir a que se abra el camino para que la gente en el gobierno responda a la guía de Dios.
Oramos para que Dios dé sabiduría al congreso o al parlamento (y a todas las ramas del gobierno). La sabiduría que Dios da es la habilidad para discernir entre los móviles egoístas y los generosos, y entre las acciones erradas y las correctas. Nos capacita para elegir lo que es correcto. La oración que reconoce que la Mente divina imparte esta sabiduría imparcialmente a todos, ayuda a que todo el mundo escuche Su dirección y siga Su guía.
Esa oración tiene el propósito de mantener a nuestros diversos gobiernos con el brazo derecho de la justicia de Dios. En la Biblia, la palabra brazo se usa con frecuencia como un símbolo del poder o autoridad espiritual, de modo que dicha oración reconoce que Dios lo mantiene todo bajo el poder de la forma de pensar correcta, la acción correcta y los resultados correctos.
La oración por todas las autoridades va más allá del cuadro mortal del gobierno como humanos que compiten por el poder y están en conflicto por sus ideales. Eleva el pensamiento para discernir el hecho espiritual de que Dios, el bien, gobierna el universo y al hombre. La batalla que enfrentamos no es entre personas; es entre la Verdad y el error, entre el Espíritu y la materia. Mantente firme en tu posición, con la comprensión que brinda la Ciencia Cristiana, que Dios, el Espíritu, es omnipotente y que el falso sentido material de una mente o poder aparte de Él no tiene verdad ni sustancia. Orar por las autoridades es una oración para comprender que todos estamos bajo una sola autoridad, la del Espíritu. Es discernir que el Cristo está presente para guiarnos y bendecirnos a todos.
Por medio de nuestras oraciones por aquellos que nos gobiernan, podemos estar listos, como lo estuvo Ananías, para seguir la guía del Cristo y bendecir incluso a aquellos cuyos puntos de vista quizás parezcan contrarios a lo que es bueno y bendeciría a todos. El mismo Principio divino que estuvo en operación para liberar a Saulo y proteger a Ananías, está en operación hoy. Podemos estar agradecidos por que todos estamos verdaderamente bajo el gobierno de Dios, y esto se puede demostrar.
