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Original Web

Para jóvenes

¿Podemos dejar de pelear por la política?

Del número de abril de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Traducción del original publicado en el Christian Science Sentinel del 26 de febrero de 2019.


No había esperado pasar la tarde en casa de una amiga atrapada en una acalorada discusión política. ¿Cómo fue que una amistosa conversación se intensificó tan rápidamente? Antes de que me diera cuenta de lo que estaba sucediendo, nos estábamos prácticamente gritando una a la otra, cada una convencida de que la opinión de la otra era totalmente equivocada.

No me gustaba lo que había pasado aquel día. Sentí que las discusiones políticas nos estaban alterando y haciéndonos reaccionar en lugar de responder de una forma constructiva. ¿Qué podía hacer? Me di cuenta de que necesitaba orar; ¡y no para que los demás vieran las cosas como yo las veía! 

Para mí, la oración con frecuencia comienza acallando mis propios pensamientos centrados en mí misma, como diciendo: “Yo tengo razón” y “Debo encontrar el mejor argumento”. Por más justificado que parezca, estos pensamientos enfocados en uno mismo en realidad producen turbulencia. Silenciarlos me permite ser más receptiva para escuchar a Dios. Entonces mis oraciones se transforman y consisten en escucharlo y recibir humildemente las ideas inspiradas sobre cómo pensar de manera diferente acerca de una situación que me molesta. Mediante el estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido que los pensamientos amorosos y apacibles son los que puedo esperar de Dios, puesto que Él es el Amor mismo. Y estos pensamientos amorosos y apacibles contrarrestan y reemplazan toda sugestión de fricción, ira y desarmonía.

En esa ocasión, mientras oraba, me di cuenta de que realmente no estaba luchando con la opinión diferente de mi amiga, sino con la creencia de que mi amiga tenía una mente que estaba en desacuerdo con la mía. Sentía que mi mente personal tenía que convencer a la mente de mi amiga de su error. Sin embargo, también comprendí que este razonamiento dejaba a Dios completamente fuera de la situación. Recordé dos pasajes de la Biblia que me ayudan a comprender mejor a Dios. El primero dice: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es” (Deuteronomio 6:4, LBLA). Y el otro dice: “Pero Él es único, ¿y quién le hará cambiar?” (Job 23:13, LBLA). Estos pasajes me recordaron que, puesto que hay un solo Dios, hay una sola Mente, la Mente divina. Esta Mente del todo inteligente llena todo espacio y consciencia, y es expresada en su creación. De modo que, ver muchas mentes personales en conflicto era realmente una percepción errada de toda la situación.

Entonces, ¿qué significaba el hecho de que hubiera una sola Mente para mi amiga y para mí? Quería decir que, en lugar de tener mentes propias, las dos expresábamos las cualidades de la Mente única, entre ellas, inteligencia y discernimiento. Y significaba que ninguna de nosotras podía ser engañada por las perspectivas políticas falsas.

 También recurrí al ejemplo de Jesús para ver cómo lidiar con los puntos de vista diferentes. En un momento de su ministerio, Jesús enfrentó las fuertes opiniones de ciertas figuras religiosas (escribas) que cuestionaban la autoridad de Jesús para perdonar los pecados de un hombre porque, decían, solo Dios podía perdonar pecados. Sin embargo, en lugar de enredarse en una discusión, Jesús elevó la conversación al afirmar el derecho del hombre de ser libre no solo del problema físico, sino también del pecado. El enfoque inspirado de Jesús sanó al enfermo y, al mismo tiempo, tuvo un efecto en la casa llena de testigos: “Todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa” (Marcos 2:12).

Al pensar en esto, me di cuenta de que yo quería hacer algo más que convencer a alguien de una perspectiva política diferente. Quería traer curación, tanto en las conversaciones con mi amiga como en la más amplia conversación política en mi comunidad y país. Jesús razonó lógicamente y de forma convincente, pero lo que produjo la curación fue su amor por el hombre paralítico y su percepción correcta de los escribas. Él vio a los escribas como individuos gobernados por Dios, no como hombres tercos con puntos de vista opuestos.

Fue un llamado de atención para mí. Necesitaba estar motivada por el amor en lugar del deseo de tener razón. Para amar totalmente, debía ver a cada persona, cualesquiera fuera su partido, como mi hermano o hermana; reflejando a la misma Mente divina. Esto no quiere decir que todos pensamos exactamente lo mismo, sino que podemos encontrar unidad aun en nuestras diferencias porque tenemos la misma fuente divina de la inteligencia.

Muy pronto encontré muchas oportunidades para aplicar estas ideas. El hecho de reconocer que era necesario comenzar por amar a Dios y a los demás, marcó una gran diferencia. A veces este amor me impulsó a compartir una perspectiva que elevó la conversación para adoptar un punto de vista más expansivo. Otras, el mismo silenció mi conflicto interno y me permitió escuchar con respeto, comprensión y compasión. Mis conversaciones sobre política se volvieron significativamente más moderadas, y nunca más volví a sentirme tan enojada respecto a una discusión política.

En definitiva, todos queremos encontrar soluciones a los problemas importantes para nuestras comunidades, países y el mundo. ¿Por qué no empezar con el hecho espiritual de que hay una sola Mente y ver a dónde puede llevarnos esto?

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