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Original Web

Supera la desorientación y los mareos

Del número de abril de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Traducción del original publicado en el Christian Science Sentinel del 22 de noviembre de 2018.


Una tarde hace diez años, cuando estaba enseñando en mi aula, empecé a sentirme desorientado y mareado. Una maestra colega que pasaba me preguntó si estaba bien. Murmuré algo incomprensible, y ella de inmediato pidió ayuda a otras personas. Llegaron los médicos, y comenzaron a controlarme la respiración y el pulso. Sentí que me invadían temores, tales como: ¿Me encontraba bien? ¿Quién estaba a cargo aquí? Y ¿es que podía corregir esta situación por medio de la oración?

Al razonar partiendo del sentido espiritual de mi identidad, comencé a tratar cada uno de mis temores específicos. Comprendí que soy nada menos que la idea espiritual de Dios. El Amor divino se refleja en amor, la Mente divina en resolver problemas, la Verdad divina en pensar ordenada y correctamente. Mi verdadera identidad no es un cuerpo físico que tiene una vida propia sujeta a condiciones diversas.

A pesar de la desorientación que sentía, sabía que mi relación con Dios es inquebrantable. No soy un ser separado de Dios, sino la constante manifestación del ser, del conocimiento y del amor de Dios; Su expresión activa. Esto no podía cambiar, ya fuera que estuviera solo, con unas pocas personas o en un salón lleno de gente extraña. La presencia de Dios está aquí ahora y para siempre.

Había varias personas haciéndose cargo de la situación, lo que se sumaba a la confusión. Finalmente, el médico jefe quiso llevarme al hospital. Le agradecí que me ofreciera su ayuda, pero le dije que era Científico Cristiano y quería apoyarme en la oración —enfoque que me había resultado eficaz en otras oportunidades— para sanar.

Me vino el pensamiento: “¿Es esta una lucha de poder entre un mortal que trata de orar y un profesional de la salud entrenado”? Me di cuenta de que eso no era una batalla personal por la autoridad. Lo que necesitaba era atesorar la idea de que Dios es el único que está a cargo. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define a Dios en parte de la siguiente manera: “El gran Yo soy; el que es todo-conocimiento, todo-visión, todo-acción, todo-sabiduría, todo-amor, y es eterno; …” (pág. 587). Afirmé mentalmente que Dios es la única fuente verdadera de la acción y no existe otro poder que contradiga o compita con Su autoridad.

Los médicos estuvieron de acuerdo en dejarme manejar esto por medio de la Ciencia Cristiana en lugar de ir al hospital. Sin embargo, como estaba desorientado y acostado en el suelo en una habitación donde no había servicio de teléfono celular, no podía llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda. Mis temores por tener que manejar esto estando solo fueron acallados por el conocimiento de que nunca estamos solos, porque nuestro ser es uno con Dios. Puesto que Dios es Todo y llena todo el espacio, nunca podemos estar separados de Él. Jamás podemos estar confinados dentro de paredes donde los mensajes divinos de la Verdad y el Amor no pueden entrar. De hecho, esos mensajes espirituales me estaban ayudando a contradecir las sugestiones negativas que me venían al pensamiento justo en ese momento.

Después que se fueron los médicos, la única persona que estaba allí conmigo era la administradora de la escuela. Su rostro revelaba su constante preocupación, y le pedí que dijera el Padre Nuestro conmigo, pensando que esto nos confortaría a los dos. Así lo hizo, y para cuando nos acercábamos al final, mis palabras se volvieron más claras y más comprensibles. El significado de unidad en esta oración fue muy claro para mí, y tuvo mucho sentido. Nuestra relación con Dios nunca fluctúa y nunca es confusa.

Para entonces, mi aula ya no parecía estar dando vueltas y mi pensamiento se volvió ordenado y claro. A los pocos minutos pude ponerme de pie, y le agradecí a la administradora por apoyarme. Pude enseñar todas mis clases el resto de la semana, y los síntomas no han vuelto a presentarse en la década que ha trascurrido desde entonces.

Mark Whalley
Fairfax, Virginia, EE.UU.

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